Mucho se ha escrito sobre Miguel Grau y su heróica hazaña de mantener en jaque a toda la escuadra chilena durante 6 meses utilizando solo un pequeño blindado fabricado en los artilleros de la casa Laird & Brothers, en el año 1864. La historia legendaria del "Huáscar" y su recordación se le debe a dos de sus comandantes: Luís Germán Astete quien el 29 de mayo 1877 se enfrentó a los navíos ingleses "Shah" y "Amethyst", en el denominado "Combate de Pacocha", sacando a relucir la gran maniobrabilidad del buque, y Miguel Grau Seminario durante la campaña naval de 1879 hasta el combate de Angamos, contra la escuadra chilena.
El "Huáscar", ya en manos chilenas careció de un comandante con suficiente brío para emular la pericia de estos dos grandes marinos peruanos, sobre todo con Miguel Grau. Una vez muerto, la tripulación actuó a la medida de las circunstancias con comprobado heroísmo hasta que ya no pudieron hacer nada para evitar la toma de este blindado sin ser rendido. Me atrevo a decir que el "Huáscar" murió con Grau, quedando solo el recuerdo y su legendaria fama.
A principios de enero del 2010 estuve digitalizando el archivo de la Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia (BSFI), y encontré en el Libro de Actas de 1935, el relato de un conocido héroe sobreviviente que sirvió en el buque como guardiamarina: El Sr. D. Manuel Elías Bonnemaison. La riqueza de su relato nos transporta, como lo hizo con el escribano de la BSFI, a los hechos mismos del 08 de octubre, sacando a relucir detalles que nunca antes, al menos en los libros que he leído, se habían dado a conocer.
Creo que el documento enriquece y aporta más luces sobre lo ocurrido ese día. Aquí parte de la transcripción, la cual he respetado todas las puntuaciones.
Sesión de Junta General Ordinaria del Sábado 5 de Octubre de 1935.
Presidencia del Sr. General Juan M. Zuloaga
Orden del Día:
Una vez en esta estación, el señor General Presidente anunció que el distinguido miembro activo de la sociedad Sr. D. Manuel Elías Bonnemaison, defiriendo a invitación de la presidencia, haría el relato del combate de Angamos, al que tuvo el honor de asistir en calidad de Guardiamarina del legendario “Huáscar”.
Ocupa la tribuna en medio de calurosos aplausos, el Sr. Elías Bonnemaison, quien da comienzo a su relato expresando que recoge este espontáneo aplauso como un laurel más que agregar a la corona inmarcesible del Almirante Grau cuyos actos de supremo heroísmo le han llevado, a partir del 8 de Octubre de 1879, al pináculo de la gloria donde ocupa sitial propio y preferencial al lado de los más grandes y esforzados guerreros del Perú. Grande entre grandes, héroe entre los héroes, el recuerdo respetuoso de la memoria del Almirante Grau es – dice – la más acertada forma de rendir homenaje a sus virtudes gloriosas.
Agradece luego, el Sr. Elías Bonnemaison, la invitación de la presidencia que le permite ocupar la tribuna de la sociedad, tantas veces enaltecida, y que, por estar dedicada a la exaltación perenne de nuestro pasado histórico – tan pródigo en hechos admirables – como enseñanza para el futuro, es la tribuna más apropiada para describir la epopeya que tuvo a Punta Angamos por escenario, y por figura central al Almirante Grau y su débil y valiente Monitor símbolo del alma nacional en aquellos angustiosos momentos.
Dijo no traer documentación alguna, como no sea la que proporciona la memoria, en la que han permanecido fuerte e indestructiblemente grabados cada uno de los detalles de la campaña del “Huáscar” y su culminación excelsa; tan grande fue la impresión de aquellos actos presenciados en la adolescencia, casi en la niñez, como un deslumbramiento que, en vez de amenguar se acrecienta con el correr de los años, cuando al calor de la reflexión madura adquiere sus verdaderos caracteres de imponente grandiosidad.
Sin hacer discurso ni conferencia – dijo – solo quiero esbozar un simple relato del término admirable de la campaña del “Huáscar”, la que, a pesar de ser tan corta, llena sin embargo, tan grande espacio en la historia y en el tiempo.
El 26 de setiembre – dice el Sr. Elías Bonnemaison – se embarcaba en Arica el Almirante Grau, para lo que iba a ser la última de sus expediciones. Había recogido ya las últimas instrucciones del Director de la Guerra, y los que estuvieron cerca de él en aquellos instantes le oyeron repetir frases que constituían un enigma. En efecto, el Almirante, que tenía la costumbre de pensar en alta voz, decía una y otra vez, “Que yo no quiero gloria!, Qué locura!”. Palabras estas que habrían de ser descifradas más tarde, cuando fue posible conocer las circunstancias que rodearon el postrer y fatal viaje del “Huáscar”.
Detalla el Sr. Elías Bonnemaison las alternativas del recorrido del Monitor, que acompaña primero al Rímac hasta Iquique y forma luego convoy con la “Unión” con la que sigue rumbo a la aventura, como tantas otras veces, hasta el 4 de Octubre, que recala cerca de Coquimbo.
Explica el estado de ánimo de los tripulantes y oficialidad, al conocer que el buque se acercaba a los puertos más fuertes y mejor guarnecidos del enemigo, sin que las condiciones en que navegaba le permitieran afrontar con éxito, con el mismo éxito de otras oportunidades, el riesgo de un encuentro serio. Circunstancia esta que permitía suponer, casi con certeza, el propósito deliberado del Almirante Grau de ofrendar al país la gloria que de él se reclamaba, aún a costa del sacrificio de su barco y de sus compañeros, en los que no alentaba otro impulso que la obediencia ciega a su comandante y el anhelo de ofrendar sus vidas por la patria.
Continúa refiriendo el arribo a Coquimbo, el 6 de Octubre, después de haberse detenido en las afueras del puerto, para reparar una avería en la maquinaria del Monitor y trasbordar combustible de la “Unión”. Manifiesta cómo después de haber abandonado Coquimbo, se arribó a Tongoy, lugar este donde el Almirante recibió informes insidiosos respecto al estado de la escuadra chilena, que la hacían aparecer momentáneamente debilitada.
Explica que el día 7 de Octubre, después de haberse reparado una nueva descompostura en la máquina del monitor, entró el convoy al puerto de Antofagasta, de donde salió a las cuatro de la mañana del 8, avistándose a poco tres humos, que se creyó fueran de los barcos adversarios “Blanco Encalada”, “Covadonga” y “Cousiño”.
El “Huáscar” emprende entonces marcha forzada, con gran desgaste de su maquinaria, que perdía enorme cantidad de vapor y estaba expuesta a explotar de un momento a otro.
Desde aquel momento, declara, ya estaba trazada la disyuntiva: Escapar a la persecución o sucumbir.
“Se gana terreno visiblemente – añade – y la 1ª. División enemiga va quedando al sur, cuando se avistan otros tres humos, que se supone – a estar a las informaciones proporcionadas al Almirante en Tongoy – ser de los transportes que se decía navegaban convoyados por el “Blanco”.
A poco se advierte el error viéndose que se trata de la 2ª. División de la escuadra chilena, que encabeza el “Cochrane”. Era ya el instante supremo y se ordena el toque de “zafarrancho de combate”. Y es entonces, dice el Sr. Elías Bonnemaison, que interviene un factor que, si bien personalmente, me resisto a admitir, precisa reconocerle a veces aciaga influencia. – Es la fuerza del destino. – Ese algo impalpable que trueca a capricho todas las posibilidades y escapa a todas las presunciones. – Es así como, al toque de combate, se dispone una maniobra repetida a diario sin interrupción: El cambio de timón de comando por el combate – gobernado éste desde la torre –; cambio que se hacía con aparejos. – Sucede lo inesperado. Se rompe un aparejo y el buque, por el momento sin gobierno, va perdiendo gradualmente la ventaja alcanzada, y la distancia que separaba al “Huáscar” de la 1ª.División se reduce velozmente, de 4000 á 2000 metros. Se estrecha más y más el cerco y el Almirante Grau da la orden definitiva, de afirmar el pabellón y dar los primeros disparos.
Eran las 9 de la mañana del 8 de Octubre.
“El “Cochrane”, seguro de su blindaje, avanza hasta ponerse a 500 metros para romper sus fuegos con efectividad tremenda. El Almirante Grau, con el busto fuera de la Torre, da sus órdenes con voz entera y serena. – Está ya inutilizado el cañón de la derecha, cuando una granada penetra a la torre y materialmente barre a todos sus ocupantes. Del Almirante Grau solo queda, como postrer despojo, el fragmento de una de sus piernas. – Asume el mando el Teniente Rodríguez, e intenta, como recurso desesperado, espolonear al “Cochrane” y hundirse con él; pero esta maniobra es evitada, merced a las mejores condiciones marineras del “Cochrane”, y el “Huáscar” solo roza sus flancos para recibir al paso terrible y devastadora carga.
Cesa breves instantes el cañoneo y el teniente Rodríguez advierte que el pabellón del barco ha caído, por efecto de la rotura de las drizas. Pide un voluntario para reponerlo y el marinero Massé cumple la orden, restaurando el pabellón y arrancando, con ese acto, un sonoro “viva el Perú.
Prosigue el despiadado ataque y el “Huáscar” es blanco de todos los buques adversarios. El teniente Aguirre recibe terrible herida en el vientre y no hace otra cosa que abrocharse la levita y diciendo “no es nada” continúa en su puesto hasta caer exánime. El Teniente Palacios le imita y el teniente Ferré es volado cuando se le conducía a la enfermería. – Ya ni asistencia médica es posible prestar. – El Dr. Távara, herido, el Dr. Rotalde y el practicante Canales solo quieren ya cumplir con su deber de peruanos y empuñan rifles para sumarse a los defensores del Monitor. Este, sin gobierno, da vuelta locamente y describe giros y hace embestidas fantásticas que podrían tomarse por la agonía de un titán.
La tragedia llega a su fin. El Teniente Garezón reúne a los oficiales sobrevivientes y se decide hundir el barco, ordenándose que las válvulas sean abiertas. – Se detiene el buque y entonces es abordado por lanchas de los barcos contrarios, cuando solo 35 tripulantes, de los 204 del Monitor, permanecían indemnes y ya carentes de armas para la defensa, pues todas las existentes abordo habían quedado inutilizadas. – Los elementos de previsión traídos por el enemigo impiden el hundimiento del “Huáscar” que va a ser varado en Mejillones, para ser exhibido después como mudo ejemplo de cumplimiento de deber militar.
Lee, para confirmar estas frases, la descripción que un corresponsal chileno hace del estado desastroso, horripilante por lo sangriento, en que quedó el “Huáscar” con su carga gloriosa de cadáveres, de moribundos y malheridos.
Recuerda que el Teniente Garezón dejó constancia que el “Huáscar” permanecía al tope al ser abordado, y glosa las frases admirativas que, al contemplar a los jóvenes oficiales sobrevivientes en la cámara del “Cochrane” pronunciara un oficial chileno, diciendo: “¡ Y estos niños son los héroes del “Huáscar”; los que nos han tenido en jaque durante tantos meses!”.
Para terminar, dice, cabe, no hacer un elogio – que bastante han sido hechas con estricta justicia – sino rendir homenaje respetuoso a todos los que cayeron en la acción, alcanzando la inmortalidad por el valor de su patriotismo. Y cabe también afirmar que no hubo un momento de indecisión, un rasgo de debilidad a bordo del “Huáscar”. Todos sus tripulantes fueron dignos del ejemplo de su Comandante y oficiales.
Recojámonos – expresa – “en el recuerdo de la bravura de esos hombres que es la de todos los marinos y soldados del Perú, pues soy de los que creen que en cada uno de nuestros marinos hay un Grau y en cada soldado un Bolognesi. Y, para no prolongar este momento de emoción, en el que siento agitarse y conmoverse las fibras más íntimas de mi alma, con mi invocación a los que el 8 de Octubre de 1879 merecieron bien de la Patria, yo ruego que, puestos en pié, les tributemos el homenaje de nuestra veneración y recuerdo”.
En pié, por breves instantes, los señores socios tributaron el emocionado homenaje sugerido por el Sr. Elías Bonnemaison, quien fue después larga y entusiastamente aplaudido.
El Sr. General Presidente expresó que el Sr. Elías Bonnemaison acababa de hacer, con la elocuencia de su verbo y la autoridad de su palabra, vívido relato de la campaña del “Huáscar”, haciendo renacer la emoción, sin paralelo, que agitó al país, el seguir anhelante las proezas del legendario barco y su intrépido Comandante.
Nadie con mayor autoridad que él – dijo – podría rememorar aquellos hechos, puesto que, subordinado de Grau en sus años juveniles, fue actor con ellos haciéndose acreedor al respeto y admiración de las nuevas generaciones, que miran en él al paradigma del honor y del deber del marino educado en la escuela de Grau, el inmortal.
Al agradecerle su valioso concurso en esta actuación consagrada al recuerdo de los hechos memorables que elevaron al “Huáscar” y sus tripulantes al pináculo de la gloria, presento al compañero distinguido, al sobreviviente del legendario Monitor, las congratulaciones más efusivas a nombre de la Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia.