domingo, 16 de marzo de 2014

Encuentro de armas de Acuchimay: Entre la ficción y la realidad.

Por: Juan Carlos Flórez Granda
Director del SEHCAP
jcflorezg@yahoo.com


Ayacucho es una provincia del Perú cuya importancia arquitectónica resalta entre todas. No por gusto fue llamada la ciudad de las Iglesias y como se dice, la importancia de una ciudad se da por el número de Iglesias que tiene. Su riqueza cultural pre hispánico, colonial y republicana la hacen uno de los centros culturales por excelencia en el Perú. En esta se alojaron importantes personajes de nuestra historia. Entre ellos, por citar a alguien contemporáneo, Simón Bolívar y también Andrés Avelino Cáceres, personaje que en cierta forma es parte de este artículo.

Dentro de esos sucesos históricos es común que las comunidades escenifiquen hechos relevantes que aporten un recuerdo vivo de lo acontecido, perennizando a través de las generaciones una especie de transmisión oral para así evitar el olvido.

Como sabemos en 1879 el Perú entró en una guerra que terminó ser fatal para nosotros y las heridas, a pesar de los años, aun no cicatrizan del todo. Dentro de este período podemos ver, en el caso de las escenificaciones, celebraciones por los combates de Marvacalle y Concepción, donde la comunidad entusiasta recrea las victorias frente a los chilenos, terminando en una fiesta comunal donde prosiguen las celebraciones de acuerdo a las costumbres de cada región. Últimamente existe una corriente dedicada a no olvidar o recrear ciertos sucesos relevantes donde el patriotismo ha salido a relucir. En algunos casos son escenificaciones alegóricas pero siempre teniendo en cuenta los hechos fidedignos.

Pero muy diferente es cuando se escenifica una ficción de algo que nunca ocurrió como lo representado el pasado 22 de febrero del 2014 (hace casi un mes atrás) en el cerro Acuchimay, con el título "Encuentro de Armas...Una batalla entre el Coronel Panizo y el Mariscal Cáceres por amor a nuestra patria", organizado por la Municipalidad Distrital San Juan Bautista de Ayacucho y auspiciado por instituciones como el Ejército Peruano, DIRCETUR, Universidad de Ayacucho Federico Froebel, Orden de la Legión Mariscal Cáceres, Compañía de Bomberos de Ayacucho, entre otros.

La nota de prensa de la Municipalidad indica lo siguiente:

“…Esta representación escénica fue un portal en el tiempo, que trasladó a más de tres mil turistas hacia el 22 de febrero de 1882; pues fue en esa fecha cuando dos grandes militares peruanos se enfrentaron. Por un lado, se encontraban las fuerzas del Coronel Arnaldo Panizo Avazolo (Jefe de las tropas del Sur de Perú). Por otro lado se encontraba el Mariscal Andrés A. Cáceres (Jefe de las tropas del Centro de Perú)…”

Como resumen genérico es aceptable. Lo que no es aceptable es que, viendo el vídeo, se puede apreciar a supuestos soldados chilenos (por la bandera chilena flameante) dando vivas a Chile y llevando preso a quien sabe (podría ser al general Cáceres y coronel Panizo). Una tremenda distorsión de los hechos y un desconocimiento total del tema teniendo en cuenta que los chilenos nunca se asomaron a Ayacucho tal como Panizo reiteradas veces se lo había hecho notar a Cáceres. Y la prueba sustancial es que después de este desafortunado encuentro entre peruanos, Cáceres se quedó por casi 4 meses en la zona reorganizando su ejército.


Consultando privadamente con fuentes relacionadas con algunos miembros de las instituciones que figuran en el afiche, ninguno sabía de la realización de este evento ya que no hay mérito alguno que se pueda sacar de un encuentro fratricida, la poca conveniencia de escenificarlo en un momento donde los  peruanos necesitamos unión y menos de la distorsión histórica que se ha hecho.

Si la intención ha sido realizar una alegoría indicando que por la desunión de los peruanos los chilenos ganaron, el encuentro de armas de Acuchimay no es un referente.

Si la intención es elevar la figura de Cáceres colocando a Panizo como chileno, mi opinión es que no necesita de falsedades para resaltarlo. Todo lo que se sabe del encuentro de armas de Acuchimay es lo que hemos estado publicando en la red y medios de comunicación a través de mi institución durante más de 12 años como forma de refutar lo publicado en nuestra historia oficial, y poner en valor ese acontecimiento no es un hecho de armas que justifique el  realizarlo.
Hoy con la abundante información existente de ambos personajes, Panizo y Cáceres, debemos encasillarlos cada uno en su contexto histórico y no seguir con el fanatismo casi ciego del bueno contra el malo.
Hace unos años se publicó en varios medios de comunicación el tema referido al encuentro de armas de Acuchimay debido a una respuesta a la versión oficial ya que no se tomó, para este caso, ninguna versión ni fuente contraria a la de las memorias dictadas por Cáceres. Pero sea cual sea la versión, en ninguno de los casos amerita una recreación ya que es un tema interno con connotaciones políticas y, como decía líneas arriba, solo ayudaría a crear más desunión.


Ayacucho tiene una riqueza histórica inigualable y puede escenificar mejores sucesos que dignifiquen a esa región y no valerse de metáforas o alegorías que a la larga será contraproducente para la memoria histórica. Tenemos, por ejemplo, la Batalla de Ayacucho el 09 de diciembre de 1824, último enfrentamiento armado entre el ejército patriota y el español para sellar definitivamente la independencia del Perú. Una recreación de esta batalla sería fundamental, sobre todo cuando tiene un final de unidad, por la naturaleza de su tratado. Otro tema con distinto matiz es el fusilamiento de María Parado de Bellido en la plaza de Huamanga el 27 de marzo de 1822 que prefirió la muerte antes que delatar a los patriotas que servían a la causa de la libertad. Estos son hechos ocurridos en nuestra historia y dentro de la circunscripción de este departamento.

El país no merece crear más divisiones. Busquemos temas de unidad entre peruanos en donde las nuevas generaciones puedan aprender y mirar el futuro con otro pensamiento.
No es malo recrear batallas. Lo preocupante es realizar una ficción y el claro ejemplo del encuentro de armas en el cerro Acuchimay es un hecho que, a costa de atraer al turismo interno, se vaya a distorsionar a tal punto nuestra historia para mostrar sucesos que ni en las mismas fuentes oficiales existen y, sobre todo, que instituciones de prestigio se presten a este evento sin conocimiento real de un suceso ocurrido entre peruanos en plena guerra externa.