Por: Juan Carlos Flórez Granda
Director – SEHCAP
jcflorezg@yahoo.com
Mientras realizaba una
investigación para preparar una semblanza histórica de Bolognesi, encontré un
artículo anónimo publicado el 07 de enero de 1882 en el periódico “Rejistro
Oficial” del departamento de Ayacucho, el cual, conmemorando el primer año de
esa gesta, contenía una entrevista al mismo Bolognesi días antes de la batalla.
Me tomé la libertad de copiar
el título para ese trabajo y no dejo de sorprenderme por el sentimiento que, el
autor anónimo, ha logrado plasmar en palabras sobre la actitud y pensar de este
héroe.
La transcripción respeta la
ortografía de esa época en todas sus partes y la calidad de la transmisión es
suficiente para dejar de lado la búsqueda inicial y presentarles esta
remembranza del máximo héroe militar peruano, patrono del Ejército, y que junto
a Grau y Quiñones forman los pilares de nuestras Fuerzas Armadas.
Recuerdos de mejores tiempos
El heroísmo del deber
I
Francisco Bolognesi en 1868 |
Era el 23 de mayo de 1880. El
Ejército Perú-Boliviano, reunido en Tacna, había tomado sus posiciones en el
“Campo de la Alianza” y esperaba resuelto el ataque del invasor, a quien se
podría divisar con la ayuda de un anteojo a pocas millas de distancia.
El que estas líneas escribe,
fue enviado ese día a Arica, en una comisión importante, a bordo del Monitor
Manco-Ccapacc.
El tren extraordinario salió
para el vecino puerto a las 5 p.m. á fin de llegar en la noche á su destino y
evitar así el cañoneo de la escuadra enemiga, que colocada frente á la
desembocadura de los valles de Lluta y Chacalluta y fuera del alcance de las
baterías de tierra, impedía la marcha del convoy.
Los pocos pasajeros que iban en
el expreso, buscaron como es natural, el mejor alojamiento y yo me encaminé a
casa de DJ de M., vecino notable del lugar, persona muy digna y respetable,
cuya obsequiosa hospitalidad jamás podré olvidar.
El Jefe de la Plaza, había
establecido su domicilio en la citada casa y tuvo la mayor satisfacción al
saber que yo venía de los altos de Tacna y que podía darle noticias fidedignas
de lo que ocurría en el campamento, pues es de notarse, que no obstante la
corta distancia que la separa de esa ciudad, y á pesar del telégrafo y
ferrocarril que, los unen, en aquella no se sabía lo menor respecto a los
movimientos del enemigo, al número de tropas con que contaba y a las mayores ó
menores probabilidades de victoria de nuestras parte.
El Coronel Bolognesi, á quien
fui presentado, después de hacer los más gratos recuerdos de mi padre, de quien
fue compañero y amigo, entabló conmigo el siguiente diálogo:
- Vamos – U. que viene de
Tacna podrá darme noticias ciertas de nuestras tropas, pues las que aquí
recibimos, ó son muy tardías ó no satisfacen de ningún modo.
- Señor, nuestro Ejército
ocupa las mismas posiciones que tomó el General Campero: su estado de ánimo es
satisfactorio aun para el patriotismo mas exijente y ha recibido mayor estímulo
si cabe con la incorporación de la “División de Tacna”, mandada por el Prefecto
Dr. Solar y que está compuesta de las Jendarmerías de los Departamentos de
Tacna y Tarapacá, de las fuerzas de Policía y de la Guardia Nacional, en la que
figuran personas de toda condición social, que no ha trepidado en ofrecer su
continjente de sangre, en defensa de nuestra causa: todo, pues, asegura un
próximo triunfo y se cree que los chilenos, vista la actitud resuelta del
Ejército aliado, no se atrevan a avanzar y muden su plan de ataque.
- ¡Qué disparate! ¿Se sabe
acaso el número de fuerzas del enemigo?
- Ygnoro, señor, si nuestros
jefes están al cabo de esto, pero creo que nada se sabe de cierto y que los
cálculos que se hacen sobre el particular son aventurados.
- Entonces ¿Cómo quiere U. que
triunfemos? Es posible, es racional confiar en la victoria sobre un enemigo,
cuya fuerza numérica no se conoce? ¿Por qué no se ha organizado un servicio de
espionaje cerca de él, que nos comunique cuantos datos nos interesen? ¿Por qué
no imitamos a nuestros enemigos, que están al cabo de lo menos que ocurre en
nuestro campamento y que no ignoran ni el número de soldados que tenemos en los
Hospitales?
- Me parece, señor, que si
nuestros jefes carecen de ese dato tan importante, en cambio han tomado sus
medidas para contrarrestar cualquiera ventaja que nos lleven los chilenos, y por
lo mismo, nadie duda por un momento de la victoria.
- ¡Ay amigo! U. como la
generalidad de nuestros compatriotas, lo vé todo color de rosa; pero es
necesario convencernos de que nuestra condición no puede ser más triste: una
serie de errores en todo sentido ha marcado desde un principio esta guerra, y
por lo tanto, el desenlace no lo veo favorable á nuestra causa. Cuando el Ejército
enemigo se ha decidido á atacarnos en nuestra propias posiciones, es por que ha
medido todos los inconvenientes que podían presentarse a su paso y ha encontrado
los medios de vencerlos; es por que tiene la plena seguridad de conseguir el
triunfo, pues, este se lo garantiza con su mayor número de tropas, con el poder
relativamente superior de sus tres armas y con el arrojo que es consiguiente á
las ventajas que se han adquirido sobre el contrario. ¿Por qué antes de que
adelantase á Sama, no se ha destacado una fuerza respetable sobre el litoral de
Tarapacá? Con esta medida es más que probable, que se le hubiese llamado la
atención por ese lado, y que su plan cambiase por completo.
- Aparte de los graves riesgos
que se hubieran presentado para tal expedición, creo que no habían elementos
bastantes de movilidad para llevarla a cabo.
- No, pues, está U. en un
error. En el tiempo que me hallo al frente de Arica he proporcionado al
Ejército aliado más de 900 mulas, sacadas de los valles de Azapa y Lluta y
Chacalluta. Al habérseme dado el mando de la fuerza expedicionaria, yo le
hubiera buscado la movilidad necesaria y habría respondido también del éxito.
La condición actual de esta Plaza no puede ser más lamentable; todos la creen
inespugnable y sin embargo no podrá resistir al enemigo, en un ataque combinado
de mar y tierra: es tan corto el número de sus defensores, que fácilmente
pueden ser arrollados en un momento.
- ¿Es posible Señor, que tal
sea su condición?, cuando todos la consideramos como un baluarte ante el cual
se estrellarán los esfuerzos del enemigo, en el caso de un desastre, tanto más
que es el punto de retirada que la sola razón aconseja.
- Lo que le digo a U. amigo -
Si la próxima batalla nos es desfavorable, como mucho me lo temo, Arica está
perdido y sin remedio, por que quedaremos aislados, por que el enemigo traerá
aquí todas sus tropas victoriosas, para atacarnos en combinación con su
escuadra, por que tendremos que resignarnos á nuestra suerte. De mi sé decir á
U., que como ciudadano y como Jefe de esta Plaza; preferiré morir antes que
rendirla, siquiera para que nuestros compatriotas se estimulen con nuestra
conducta, siquiera para que la Historia diga en sus páginas, al hablar de esta
guerra:
“Los defensores de Arica, no obstante lo desesperado de su condición,
cumplieron con su deber, prefiriendo morir en su puesto, antes que implorar la
misericordia del vencedor.”
Pronunciando tan sublimes palabras,
que ponían de manifiesto su acrisolado patriotismo y la grandeza de su alma,
fuimos interrumpidos por la llegada de dos oficiales que venían á dar cuenta de
una comisión.
Me despedí del Coronel
Bolognesi para no volverle á ver mas.
II
Pasaron 3 semanas después de
la batalla del 26 de Mayo, que decidió de la suerte del Departamento de Tacna.
Nos encontrábamos en Tarata,
guarneciendo esa Provincia y sosteniéndola bajo la obediencia del Gobierno
Nacional, con las pocas fuerzas que se pudieron organizar después del desastre.
No nos era conocida la suerte
que había corrido Arica, pero la sospechábamos.
Unos pocos de sus defensores
que se nos reunieron, después de sufrir las penurias de una larga marcha, nos
dieron la fatal noticia, que no nos sorprendió, pues, ya digo, conjeturábamos
el desenlace.
El Jefe de la Plaza, después
de hacer frente, á fuerza de inteligencia y audacia, al primer empuje del
invasor, no pudo resistir el segundo ataque, iniciado en condiciones
ventajosísimas para el vencedor, pues los asaltados estaban ya diezmados. La
veleidosa fortuna se declaraba nuevamente por Chile.
El Coronel Bolognesi intimado
por el enemigo para que se rindiera, contestó con noble arrogancia:
“He tenido la desgracia de sobrevivir á mis compañeros, no sobreviviré
á a pérdida de esta Plaza: la espada que la defendió, se rendirá con mi vida”
y fue muerto inmediatamente.
Conservaré siempre grabado en
mi memoria el rostro venerable de aquel guerrero, agobiado por el paso de los
años y por las fatigas de una cruda campaña. Sus grandes dotes militares; su
energía y actividad y su ascendrado patriotismo, que le llevó aun mas allá de
lo que el deber le impusieran, hacen de él la personificación de lo que hay de
mas digno y elevado en esta guerra; un héroe que la historia patria puede
presentar con orgullo en sus más brillantes páginas, y cuyos hechos merecen ser
ensalzados por un Homero.
Conoció los errores de la
campaña y nó trepidó en combatirlos, aunque en vano; vió el peligro y nó se
arredro ante él: y cumplido su deber como ciudadano y como soldado, no quizo
sobrevivir á los Moore, á los Ugarte, á los Inclán, á los Blondell y á tantos
otros que le precedieron en el camino de la inmortalidad, y cuando aun podía
disfrutar en vida de sus glorias, creyó mancharlas, rindiendo su espada á los
mismos que combatiera; prefirió morir y murió.
Los hechos de Bolognesi son de
todos muy conocidos, y si me he permitido relatarlos aquí, hoy primer
aniversario de su muerte, ha sido siquiera como un homenaje á la memoria del
héroe; que una vez se dignó estrecharme la mano, concediéndome la honra de
manifestarme su opinión sobre los sucesos de la presente guerra.
N.N.
Huancavelica, Junio 7 de 1881
Por esta Sección
Mariano Pagador