Por: Juan Carlos Flórez Granda
En época de conmemorar un año más de las
batallas de San Juan y Miraflores escribo este artículo con el propósito de
hacer un breve análisis, si se pudiera calificarlo así, sobre la real
importancia del 13 y 15 de enero.
Es común en la mayoría de sociedades realizar
celebraciones, conmemorando fechas que tienen cierta importancia. Igual pasa en
el aspecto familiar y personal. Celebramos
nacimientos, bautizos cumpleaños, matrimonios, defunciones, etc., y
dentro de estas recordamos distintos aspectos de la vida de la persona.
En el ámbito nacional también celebramos
pasajes importantes que han hecho historia y marcaron los destinos de nuestro
país hasta nuestros días. En este caso, la batalla de San Juan y Miraflores tiene
relevancia dentro de la campaña de defensa de Lima ocurrido el 13 y 15 de enero
de 1881, cuando el ejército de línea y reserva peruano defendieron bizarramente
la capital ante la inminente invasión chilena. Desgraciadamente los elementos
bélicos que teníamos eran escasos y obsoletos. Ni hablar de nuestro ejército
conformado por una minoría sobreviviente de la campaña del sur y una gran
mayoría sin preparación en los conceptos básicos del arte de la guerra. El resultado de estas dos batallas fue
funesta para nosotros pero caímos sin bajar la cabeza y fue la constante en
casi 4 años de guerra contra Chile.
Entrada de los chilenos por el malecón de Chorrillos. |
Al inicio de la campaña, la supremacía marítima
era vital para dominar la guerra. El Perú durante seis meses con un solo
blindado, el Huáscar, puso en vilo a toda la armada chilena, muy superior en
número. Una vez capturado el Huáscar, el control total de las vías marítimas
favoreció a los chilenos quienes tuvieron la ventaja de poder desembarcar en
cualquier parte del litoral sin encontrar mayor resistencia. Así, comenzamos a
perder batalla tras batalla sin mencionar algunos hechos de armas que nos
favorecieron. Perdimos la batalla de
Tacna y la de Arica y en estas se vieron innumerables actos de heroísmo. Nos
preparamos para la decisiva, la de Lima y los resultados no fueron tampoco
favorables. Se continuó en la sierra poniendo en raya a los chilenos pero la
estrategia chilena de dividir al país tuvo sus resultados, imponiendo un gobierno
provisional a la fuerza que nunca se debió aceptar. El Perú ya tenía en ese entonces dos
gobiernos y cada uno con sus propios seguidores. Prosiguió el quiebre y
aparecieron los caudillos, cada uno con sus ideales y esa desunión terminó
sepultándonos.
No se ganó la guerra, pero lo que Chile no
logró es que bajáramos la cabeza. Ni firmando el tratado de Ancón se logró
claudicar. Después de la guerra nos levantamos y comprendimos el significado de
unidad pero el caudillismo político siempre prevaleció y la historia fue
distorsionándose poco a poco y olvidándose a medida que desaparecían las
generaciones y nacían las nuevas, escuchando cada vez menos historias o
simplemente distorsionándose hasta nuestros días.
Las celebraciones, por ejemplo, del 13 de
enero, las realiza el ejército todos los años al pie del Soldado Desconocido, realmente
desconocido debido al robo sistemático de sus magníficos bronces alguna vez fundidos
por el artista Luís Agurto.
Recuerdo hace más de 5 años atrás el haber
subido al morro a presenciar la
ceremonia, no pudiendo dejar de sorprenderme y sonreír al escuchar los
alegóricos discursos de poco contenido con relatos que se alejan de lo ocurrido.
En esa oportunidad un coronel , leyendo con tono enérgico (no sé por qué
siempre tienen la mala costumbre de gritar), dijo en su discurso que justo en
el lugar donde se estaba celebrando esta ceremonia (al pie del soldado
desconocido) el ejército peruano había resistido embate de más de 500 cañones
chilenos, entre otras barbaridades que ya no recuerdo. Terminada la ceremonia
me acerqué al mencionado coronel “felicitándolo” por su enérgico discurso pero
me intrigaba que mencionara 500 cañones chilenos cuando sumados el número entre
Perú, Chile y Bolivia, no llegábamos a esa cantidad. Inmediatamente respondió
que no había dicho 500 y se remitió a rebuscar esa parte del discurso en los
papeles que tenía en la mano cuando después de un momento, sorprendido, solo
atinó a responder que a él le habían dado el discurso para leerlo ese día.
Al punto que quiero llegar es que estas
celebraciones se limitan al solo hecho de celebrar por celebrar sin profundizar
de los tantos partes, relatos, memorias y otros documentos que existen en los
distintos archivos y bibliotecas, llegando al hecho de distorsionar lugares,
personajes y acciones que a la luz de quién se ha tomado el trabajo de
investigar sabe que mucho, por no decir casi todo, no se ajusta a la realidad.
Esto ocurre en la misma forma en los colegios. Poco a poco y con el pase de las
generaciones nuestra memoria histórica va desapareciendo y el recuerdo de estos
hechos pasando al olvido.
¿Por qué Miraflores es un distrito histórico? Porque el 15 de enero sus habitantes,
provenientes de clases acomodadas y sin mayor preparación militar se batieron
valientemente como soldados para defender su distrito y gran parte de ellos
murieron en ese afán. Hoy la mayoría de miraflorinos tienen antepasados que
participaron en esta batalla y es quizás el único distrito donde sus
descendientes conservan ese pedazo de historia, pero la modernidad y los nuevos
habitantes ajenos a la historia del distrito van dando paso al futuro olvido de
esta batalla. No es el hecho de conmemorar con un afán revanchista. Hoy las
cosas han cambiado y hay mayor relación con el vecino país del Sur pero eso no
es excusa para borrar nuestro pasado. Hoy casi ningún medio escrito publica
algo relacionado a estas fechas y si lo hacen aparecerá en un pequeño recuadro
y ni decir de los medios televisivos. Habrá que tener suerte si mencionan
celebración alguna. Y como este tipo de conmemoraciones, olvidamos también
otras de nuestro rico pasado y para ello existen decenas de ejemplos.
La historia nos cuenta los sucesos del pasado con
el fin de no volver a cometer los mismos errores en la actualidad. Las
celebraciones son un conjunto de experiencias que mantienen vivo los
acontecimientos importantes, en este caso del
país y nos enseña pautas para mirar al futuro.
Perdiendo o distorsionando nuestra memoria
histórica entraremos en ese rumbo ciego donde se volverá a cometer los mismos
errores de antes. Es por ello que se hace necesario regresar al estudio crítico
de nuestro pasado, sin alegorías, politizaciones ni exageraciones de por medio,
apelando a la mayor cantidad de fuentes posibles. Es la única forma de
encontrarnos, de saber de dónde venimos y a qué apuntamos como país. En
nuestras instituciones está la responsabilidad de hacerla prevalecer y en
nosotros señalarles los errores y no olvidarlos.