sábado, 12 de enero de 2013

¿Celebrar por celebrar?: Batalla de San Juan y Miraflores

Por: Juan Carlos Flórez Granda
 
En época de conmemorar un año más de las batallas de San Juan y Miraflores escribo este artículo con el propósito de hacer un breve análisis, si se pudiera calificarlo así, sobre la real importancia del 13 y 15 de enero.
Es común en la mayoría de sociedades realizar celebraciones, conmemorando fechas que tienen cierta importancia. Igual pasa en el aspecto familiar y personal. Celebramos  nacimientos, bautizos cumpleaños, matrimonios, defunciones, etc., y dentro de estas recordamos distintos aspectos de la vida de la persona.
En el ámbito nacional también celebramos pasajes importantes que han hecho historia y marcaron los destinos de nuestro país hasta nuestros días. En este caso, la batalla de San Juan y Miraflores tiene relevancia dentro de la campaña de defensa de Lima ocurrido el 13 y 15 de enero de 1881, cuando el ejército de línea y reserva peruano defendieron bizarramente la capital ante la inminente invasión chilena. Desgraciadamente los elementos bélicos que teníamos eran escasos y obsoletos. Ni hablar de nuestro ejército conformado por una minoría sobreviviente de la campaña del sur y una gran mayoría sin preparación en los conceptos básicos del arte de la guerra.  El resultado de estas dos batallas fue funesta para nosotros pero caímos sin bajar la cabeza y fue la constante en casi 4 años de guerra contra Chile.
Entrada de los chilenos por el malecón de Chorrillos.
Al inicio de la campaña, la supremacía marítima era vital para dominar la guerra. El Perú durante seis meses con un solo blindado, el Huáscar, puso en vilo a toda la armada chilena, muy superior en número. Una vez capturado el Huáscar, el control total de las vías marítimas favoreció a los chilenos quienes tuvieron la ventaja de poder desembarcar en cualquier parte del litoral sin encontrar mayor resistencia. Así, comenzamos a perder batalla tras batalla sin mencionar algunos hechos de armas que nos favorecieron.  Perdimos la batalla de Tacna y la de Arica y en estas se vieron innumerables actos de heroísmo. Nos preparamos para la decisiva, la de Lima y los resultados no fueron tampoco favorables. Se continuó en la sierra poniendo en raya a los chilenos pero la estrategia chilena de dividir al país tuvo sus resultados, imponiendo un gobierno provisional a la fuerza que nunca se debió aceptar.  El Perú ya tenía en ese entonces dos gobiernos y cada uno con sus propios seguidores. Prosiguió el quiebre y aparecieron los caudillos, cada uno con sus ideales y esa desunión terminó sepultándonos.
No se ganó la guerra, pero lo que Chile no logró es que bajáramos la cabeza. Ni firmando el tratado de Ancón se logró claudicar. Después de la guerra nos levantamos y comprendimos el significado de unidad pero el caudillismo político siempre prevaleció y la historia fue distorsionándose poco a poco y olvidándose a medida que desaparecían las generaciones y nacían las nuevas, escuchando cada vez menos historias o simplemente distorsionándose hasta nuestros días.
Las celebraciones, por ejemplo, del 13 de enero, las realiza el ejército todos los años al pie del Soldado Desconocido, realmente desconocido debido al robo sistemático de sus magníficos bronces alguna vez fundidos por el artista Luís Agurto.
Recuerdo hace más de 5 años atrás el haber subido al  morro a presenciar la ceremonia, no pudiendo dejar de sorprenderme y sonreír al escuchar los alegóricos discursos de poco contenido con relatos que se alejan de lo ocurrido. En esa oportunidad un coronel , leyendo con tono enérgico (no sé por qué siempre tienen la mala costumbre de gritar), dijo en su discurso que justo en el lugar donde se estaba celebrando esta ceremonia (al pie del soldado desconocido) el ejército peruano había resistido embate de más de 500 cañones chilenos, entre otras barbaridades que ya no recuerdo. Terminada la ceremonia me acerqué al mencionado coronel “felicitándolo” por su enérgico discurso pero me intrigaba que mencionara 500 cañones chilenos cuando sumados el número entre Perú, Chile y Bolivia, no llegábamos a esa cantidad. Inmediatamente respondió que no había dicho 500 y se remitió a rebuscar esa parte del discurso en los papeles que tenía en la mano cuando después de un momento, sorprendido, solo atinó a responder que a él le habían dado el discurso para leerlo ese día.
Al punto que quiero llegar es que estas celebraciones se limitan al solo hecho de celebrar por celebrar sin profundizar de los tantos partes, relatos, memorias y otros documentos que existen en los distintos archivos y bibliotecas, llegando al hecho de distorsionar lugares, personajes y acciones que a la luz de quién se ha tomado el trabajo de investigar sabe que mucho, por no decir casi todo, no se ajusta a la realidad. Esto ocurre en la misma forma en los colegios. Poco a poco y con el pase de las generaciones nuestra memoria histórica va desapareciendo y el recuerdo de estos hechos pasando al olvido.
¿Por qué Miraflores es un distrito histórico?  Porque el 15 de enero sus habitantes, provenientes de clases acomodadas y sin mayor preparación militar se batieron valientemente como soldados para defender su distrito y gran parte de ellos murieron en ese afán. Hoy la mayoría de miraflorinos tienen antepasados que participaron en esta batalla y es quizás el único distrito donde sus descendientes conservan ese pedazo de historia, pero la modernidad y los nuevos habitantes ajenos a la historia del distrito van dando paso al futuro olvido de esta batalla. No es el hecho de conmemorar con un afán revanchista. Hoy las cosas han cambiado y hay mayor relación con el vecino país del Sur pero eso no es excusa para borrar nuestro pasado. Hoy casi ningún medio escrito publica algo relacionado a estas fechas y si lo hacen aparecerá en un pequeño recuadro y ni decir de los medios televisivos. Habrá que tener suerte si mencionan celebración alguna. Y como este tipo de conmemoraciones, olvidamos también otras de nuestro rico pasado y para ello existen decenas de ejemplos.
La historia nos cuenta los sucesos del pasado con el fin de no volver a cometer los mismos errores en la actualidad. Las celebraciones son un conjunto de experiencias que mantienen vivo los acontecimientos importantes, en este caso del  país y nos enseña pautas para mirar al futuro.
Perdiendo o distorsionando nuestra memoria histórica entraremos en ese rumbo ciego donde se volverá a cometer los mismos errores de antes. Es por ello que se hace necesario regresar al estudio crítico de nuestro pasado, sin alegorías, politizaciones ni exageraciones de por medio, apelando a la mayor cantidad de fuentes posibles. Es la única forma de encontrarnos, de saber de dónde venimos y a qué apuntamos como país. En nuestras instituciones está la responsabilidad de hacerla prevalecer y en nosotros señalarles los errores y no olvidarlos.