viernes, 25 de noviembre de 2016

Los héroes Olvidados

Por: Juan Carlos Flórez Granda
Director SEHCAP

Conocemos de manera general los hechos ocurridos durante la pasada guerra contra Chile, iniciada para nosotros el 5 de abril de 1879. En el transcurso de casi 4 años que duró esta, hemos leído a través de décadas y generaciones diversos hechos ocurridos en cada batalla: Su organización, armamento y actuaciones valerosas de personas que probaron, muchos con sus vidas, el sentido de defender nuestro territorio.

Nuestra historia se centra en grandes personajes como Grau, Bolognesi, Cáceres. También hemos escuchado y leído apellidos como Recavarren, Suárez, Arias y Aragüez, Sáenz Peña, entre otros. Pero muchas veces olvidamos a otros personajes comunes que también ofrendaron sus vidas, muchos, y otros sobrevivieron para contarla. Precisamente son los últimos, esos héroes olvidados que enriquecen situaciones con el detalle digno de ser plasmado para el conocimiento de las futuras generaciones. Encontramos también ruegos y pedidos de madres, esposas e hijos, con el dolor que conlleva las solicitudes para siquiera perennizar el nombre de algún familiar que no pudieron enterrar ni encontrar en los campos de batalla por impedimento del ejército chileno de ocupación.

El Archivo Histórico Militar del Paseo Colón encierra esa viva historia olvidada por los historiadores y que es oportunidad de desempolvarla para enriquecerla. Anécdotas como la del artesano Abraham Trillo Villamonte del batallón Iquique No.1 “al cual yo pertenecía, me encontraba en la plaza del mercado. Mi coronel Alfonso Ugarte hizo traer varias barricas de cerveza, celebrando el triunfo del Huáscar. Más tarde supo la desgracia de la Independencia y dándose una palmada en la frente, dijo: Estamos perdidos, pero no importa… ¡Adelante!”.

El soldado Mariano Meneses nos cuenta en sus anécdotas el haber conocido a dos de los máximos héroes, narrándonos sus impresiones: “Destruido totalmente el puerto (Pisagua), los buques chilenos Blanco Encalada, Cochrane y Esmeralda mantuvieron un bloqueo riguroso por 29 días hasta el 3 de mayo en que, con patriótico alborozo pudimos contemplar como la sola aproximación de la escuadra peruana compuesta de los buques Independencia, Huáscar y Unión ponían en fuga al enemigo que renunció al bloqueo del puerto.

Desembarcado el señor comandante del Huáscar Don Miguel Grau, cuyo aspecto sereno y majestuoso recuerdo todavía, nos felicitó por nuestra resistencia y ordenó se nos proporcionaran los víveres de que carecíamos hacía tanto tiempo así como algunos materiales de guerra…” y líneas después agrega: “al recordar estos episodios de mi lejana juventud, surge de mis recuerdos la figura gloriosa del coronel Bolognesi, su aire a la vez sencillo y marcial, su voz grave, sus cabellos blancos y, sobre todo, la mirada irresistible y fulgurante de sus claros ojos”


Encontramos anécdotas interesantes como el del marinero Lizardo Ruiz quien indica que antes del desbloqueo por parte de la corbeta Unión, “se suscitó una controversia entre el 1er. Comandante Villavicencio y el 2do. Aljovín, después de no ligera discusión el 2do. Comandante pidió el parecer de la tripulación, la cual a una sola voz aceptó la opinión del 2do. Comandante quien era partidario de romper el bloqueo”. Del doctor Augusto Pérez Aranibar quien nos narra una anécdota particular: “Curaba a un herido y estaba presente todavía otro al que acababa de curar, cuando una bala de cañón los mató a los dos, quedando yo ileso”

Cientos de relatos con impresionante detalle, todos recogidos de expedientes y que no tenía otro fin que el acogerse a las convocatorias de las distintas comisiones que premiarían a los sobrevivientes de las batallas ocurridas contra Chile. Estos testimonios, de gran importancia para el estudio y comprensión de nuestra historia también nos sirven para ubicar antiguos escenarios de batalla, para cotejar lo que la historia oficial, a veces politizada, nos oculta y para analizar las diversas estrategias, movimientos, logística y visión del hombre común que le tocó vivir en carne propia los estragos de una guerra.


Recorrer los pasillos del Archivo Histórico Militar es recorrer la historia de nuestro país porque no solo se centra en la guerra del guano y salitre sino que se remonta a tiempos de nuestra independencia, pasando por todos los aspectos y escenarios militares de nuestra convulsionada historia republicana. Revisar los archivos históricos militares es poner en la misma mano del investigador y del interesado común la viva historia de nuestro país y es una oportunidad para poder ejercitarnos en el amplio e interesante campo de la investigación.

miércoles, 24 de agosto de 2016

Lo Visible de lo Invisible: Nueva muestra artística de Francisco Manuel Pantigoso incluye acuarelas sobre Chorrillos y Miraflores.

Por: Juan Carlos Flórez Granda


Durante y años después de la guerra declarada por Chile en 1879 distintos artistas han plasmado a través de oleos y acuarelas sus impresiones y visiones de lo ocurrido. Tenemos entre ellos al teniente británico Robert Le Lisle, quien pintó en acuarelas, distintas imágenes de las batallas libradas en el Perú durante la guerra.
Artistas post guerra como el español Ramón Muñíz con su famoso óleo “El Repase”, Juan Lepiani con sus obras “El Último Cartucho”, “La entrada de Cocharcas”, “el Tercer Reducto”, etc., el artista Italiano Agostino Marazzani Visconti con el famoso óleo de Alfonso Ugarte lanzándose del Morro de Arica y contemporáneos como la retratista Etna Velarde, todos ellos han dibujado el sentir y visión de la pasada guerra.
Y esa corriente artística histórica perdura a través de las nuevas generaciones de artistas. En ese contexto, el 19 de setiembre se inaugura en la sala de arte del Club Social Miraflores, la muestra “Lo Visible de lo Invisible”, del investigador histórico y renombrado artista Francisco Manuel Pantigoso. Si bien la muestra no es exclusiva sobre la guerra del guano y salitre, incluye en ésta dos interesantes representaciones alusivas a Chorrillos y Miraflores con audaz sub-realismo.

Precisamente, algunos meses antes, durante mis investigaciones de campo me encontré con el artista. Ya que soy testigo de su profundo interés por el estudio de los lugares, aproveché para realizar la siguiente entrevista:

JCFG: ¿Cómo te iniciaste en el arte?

FMP: He trabajado en la pintura desde niño, en el taller de mi abuelo, el gran pintor Manuel Domingo Pantigoso, Premio Nacional de Pintura 1990.

JCFG: ¿Qué técnica empleas en los cuadros que vas a exponer?

Foto tomada por el autor de la nota y representa la Batalla de Miraflores.
FMP: Son 16 acuarelas, técnica que he utilizado desde mis inicios y que me ha dado la satisfacción de ganar una Medalla de Oro en Rio de Janeiro, Brasil, en la década de los ochenta.  
La acuarela es la técnica donde me siento muy libre y que se amolda al mensaje de misterio que siempre ha tenido mi obra. Los colores, en una danza mágica, se unen bajo el agua, conversan en veladuras y determinan el hallazgo de planos esotéricos que giran en torno a la historia, la mitología y las leyendas.

JCFG: Y tomaste también temas de la Guerra del Pacífico…

FMP: En la exposición hay dos cuadros inspirados en la Batalla de San Juan y Miraflores, el 13 y 15 de enero de 1881.
Me inspiré en ese tema fantástico, porque además de pintor y abogado, como sabes, soy un amante del tema histórico que me lleva a la temática épica.
A través de los cuadros relacionados a la Guerra del Pacífico, quiero también honrar a esos héroes anónimos que lucharon justamente en el suelo que hoy acoge la muestra. Es más, ese lugar fue el Reducto No.1 según diversas fuentes. Creo que Miraflores le debe mucho a sus defensores, y yo agrego un grano de arena a honrarlos. La exposición está acompañada de poemas de mi padre, el poeta Manuel Pantigoso Pecero, y es justamente los poemas a las batallas que complementan de manera fantástica los dos cuadros de homenaje a Miraflores y que han salido muy interesantes en la vibración y dimensión de la unión pintura-poesía, como un todo armónico.


JCFG: ¿Piensas exponer temas exclusivos de la Guerra del Pacífico en otros países como Chile o Bolivia donde el público es más sensible?

FMP: Si se da la oportunidad, se hará. Pero estos cuadros no buscan exacerbar pasiones, sino homenajear al soldado, sea de la nacionalidad que sea, que lucha por un ideal y que deja su familia para sucumbir en las arenas.  Trato de rescatar el lado humano, épico, de heroicidad anónima, a través de las sugerencias de pinceladas de acuarela.

 JCFG: ¿Qué otras muestras has expuesto?

FMP: He expuesto diversas individuales y colectivas en Lima y en el extranjero; destacando mis muestras en Brasil, en Rio de janeiro y Acre. Además he sido ilustrador en diarios diversos y en libros de poesía.

El autor de la nota con el investigador y artista Francisco Pantigoso.
JCFG: Y a modo de pregunta final ¿Cómo ves el mercado (o público) en el ámbito del arte en el Perú respecto a otros países?

FMP: Creo que es un mercado con mucha gente que se apasiona por ir a galerías y disfrutar de las nuevas vertientes, es un mercado en franco crecimiento. En un mundo donde la tecnología nos está aislando, una galería es un espacio de diálogo, de inspiración de grupo, de salvarnos como seres humanos en la trascendencia que el arte otorga.

Después de terminada la amena entrevista visitamos varios lugares del Sur de Lima como parte del trabajo de inspiración para sus obras.
Temas en la próxima exposición como la Leyenda del Divino Niño de Etén, Ruinas de Bandurria, Pelícano de Nazca, La Leyenda de los Naylamp de los Moche, Ocupación de Chorrillos y Batalla de Miraflores, entre otros, promete ser una muestra de primer nivel donde todos están invitados a la inauguración.

Fecha: 19 de setiembre del 2016.
Lugar: Sala de Arte del Club Social Miraflores
Dirección: Malecón de la Reserva 535, Miraflores
Hora: 19:00 (7:00pm)

Entrada Libre.

miércoles, 13 de julio de 2016

Fiestas patrias de propuestas históricas: Cortometrajes “Soldado Desconocido” y “Reducto”

Por: Juan Carlos Flórez Granda
Director SEHCAP

Hasta que por fin tuve tiempo para darme el gusto de ir al cine. Esta vez a ver los cortometrajes “Soldado Desconocido” y “Reducto” en la sala de cine de la Biblioteca Nacional del Perú. Para comenzar fue una grata impresión entrar a una sala casi llena, cosa que no se ve en este tipo de realizaciones culturales.
Por mi formación reconozco que tengo manía por fijarme en las ediciones, encuadres, luces y producción de cualquier película. Defecto que ha ido afinándose a través de los años.

Ambos cortos logran el objetivo de plasmar la problemática del día a día del soldado común, las diferencias de clase, el racismo y de alguna forma mostrar la compleja idiosincrasia del hombre común de la época. El guion bien tratado, La edición es aceptable y teniendo en cuenta los pocos personajes que participan en los cortos, logran suplir estos con encuadres cerrados y bien logrados. La luz es buena y a mi juicio, lo mejor: se ha procurado tener un vestuario acorde. La rigurosidad de estos ha sido vital para lograr compenetrarse con la trama. Realmente felicito esa producción. Las actuaciones y los doblajes son aceptables pero susceptibles a ser mejorados siempre en futuras muestras de corte educativo.
La verdad me ha dado mucho gusto ambas producciones y felicito a Hamilton Segura Farfán por el logro, aplicando con escaso presupuesto todo tipo de recurso y creatividad para llevar un corto sencillo con buenos resultados, teniendo en cuenta lo difícil que es hacer cine en el Perú. El público en todo momento ha disfrutado de estos rodajes y las escenas “pícaras y románticas” han cumplido el objetivo de compenetrar más al público.
La película en sí es un llamado de atención a la integración, inclusión y unidad y en ese sentido, el posterior conversatorio debería ser enfocado en esa línea. La generación del XIX adoleció de unidad, pero ya han pasado más de 130 años y seguimos mirando hacia atrás, tildando de traidores, cobardes, etc., a algunos personajes y en cierta forma reviviendo un revanchismo utópico que a nada conduce sino a seguir amargándonos.
Tenemos el ejemplo de Japón, que pese a haber perdido en la 2da. Guerra, asimiló y aprendió de sus errores para convertirse en una potencia tecnológica. Alemania hoy es una potencia económica. En el Perú seguimos mirando al pasado y lamentándonos de la derrota cuando deberíamos aprender y evitar volver a caer en lo mismo.
Cortos como “Reducto” y “Soldado Desconocido” son unas muy buenas propuestas educativas, incluso para ser mostrada como complemento en los cursos de historia peruana, que tanto adolece el programa educativo, mostrando ese desequilibrio social que hoy está casi erradicado en una Lima integrada culturalmente.

Si el primer corto “Soldado Desconocido” nos plantea esa desigualdad, “Reducto”, nos muestra con la batalla de Miraflores, el inicio de esa unidad, donde casi todos sus habitantes pusieron el hombro defendiendo su territorio junto a hombres y mujeres de todas las clases y regiones del país.

domingo, 3 de julio de 2016

UNA CARTA APOCRIFA ATRIBUIDA A BOLOGNESI

Por:     Juan Carlos Flórez Granda                    Juan Carlos Herrera Tello
jcflorezg@yahoo.com                          jcherrrerat@yahoo.com

"Nunca reclames nada para que no se crea que mi deber tiene precio"

Durante varios años hemos venido leyendo y tomado como cierta una carta dramática, llena de sentencias y con un valor a lo épico que conmueve y nos enrostra la soledad de un soldado en medio de su desgracia ante una defensa imposible, y lo único que le queda a él y sus hombres era solo cumplir con su deber.

La misiva atribuida a Francisco Bolognesi, fechada el 22 de mayo de 1880, parece estar dirigida a elevar a los militares de esa época en contra de la fracasada clase dirigente que nos llevó a la guerra y que pudiendo evitarla, la buscó, tal vez como salida a la situación económica que se vivía en el momento.

Como quiera que el primer presidente civil, Manuel Pardo, fuera el que aceptó firmar el tratado de Alianza Defensiva con Bolivia en 1873, y luego la presidencia constitucional de Mariano Ignacio Prado fuera la administración que “fugara” del poder, por los resultados de la guerra; y Piérola se constituye en el “asaltante” que con su conducta también fracasó, por lo tanto como resultado de estos hechos se pretende así demostrar como una tragedia inevitable que los “civiles” serían los responsables de la derrota.   

Leamos y analicemos la carta:

“Arica 22 de Mayo de 1880

Adorada María Josefa,

Esta será seguramente una de las últimas noticias que te lleguen de mí, porque cada día que pasa vemos que se acerca el peligro y que la amenaza de rendición o aniquilamiento por el enemigo superior a las fuerzas peruanas, son latentes y determinantes. Los días y las horas pasan y las oímos como golpes de campana trágica que se esparcen sobre este peñasco de la ciudadela militar engrandecida con un puñado de patriotas que tienen su plazo contado y su decisión de pelear sin desmayo en el combate, para no defraudar al Perú.

¿Qué será de ti, amada esposa, tú que me acompañaste con amor y santidad? ¿Qué será de nuestra hija y de su marido, que no podré ver ni sentir en el hogar común? Dios va a decidir este drama en que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder, tienen la misma responsabilidad. Unos y otros han dictado con su incapacidad, la sentencia que nos aplicará el enemigo. Nunca reclames nada, para que no se crea que mi deber tiene precio. Besos para ti y Margarita. Abrazos a …...

 Francisco Bolognesi…”

 
Foto 1. Carta de Bolognesi materia del presente artículo.
Haciendo un análisis imparcial y específicamente histórico encontramos los siguientes puntos en controversia:

1.- La fecha. En el siglo XIX por lo general se utilizaba el sistema lugar, mes, día, año pero en esta carta encontramos un fechado contemporáneo. Es decir, Lugar, día, mes y año.

2.- Tipo de letra. Al ser una carta personal, el tipo de escritura con la firma es totalmente distinta y por las líneas finales, muy forzadas para no llegar a obstruir la visibilidad de la firma. Esto hace suponer que se escribió sobre un papel en blanco que se encontraba ya firmado por Bolognesi. (Foto 1) o quizás una firma realizada con pantógrafo. Por lo general las cartas oficiales las escribían los amanuenses y el interesado solo colocaba su rúbrica. Las cartas personales, por su mismo carácter, eran redactadas por el interesado y más si era algo muy íntimo. Es por ello que llama la atención el distinto tipo de letra de la carta en mención, en comparación con otras misivas que se conoce redactadas por Bolognesi.

3.- Tenor de la carta. Para el 22 de mayo no se pensaba en una derrota del ejército aliado en Tacna y el ánimo estaba al tope. Lo demuestran, por ejemplo, cartas en fechas similares. Podemos citar en el mismo día una de Bolognesi dirigida a Domingo Lecaros:

“…Aquí se trabaja mucho, no temo al enemigo cualquiera sea su número, y aun en caso de un contraste en nuestro ejército, el enemigo allará aquí su tumba…” [i]

Aquel 22 de mayo de 1880 aún no se había realizado la batalla del Alto de la Alianza, que tuvo lugar el 26 de aquel mes. El ejército aliado aun preparaba su estrategia de defensa.

Si la batalla del Alto de la Alianza aún no había ocurrido, ¿cómo era posible que Bolognesi, un viejo oficial que sabía de la disposición de las fuerzas militares de ambos ejércitos y que aun Tacna no caía en manos de Chile pueda escribir: “cada día que pasa vemos que se acerca el peligro y que la amenaza de rendición o aniquilamiento por el enemigo superior a las fuerzas peruanas, son latentes y determinantes”?

¿Acaso como militar no debió sugerir que en vez de cuidar aisladamente Arica, todo su contingente podría prestar mejores servicios en la defensa de Tacna? 

La propuesta de rendición de la Plaza de Arica hecha por el chileno Juan de la Cruz Salvo ocurrió cuando Tacna ya había sido ocupada y aniquilado al ejército aliado, y esto ocurrió el 5 de junio de 1880, como así lo detalla Gerardo Vargas en su texto “La Batalla de Arica”. La carta como vemos, no concuerda en los tiempos en que se realizaron los acontecimientos históricos, sino que esta irrumpe y determina sucesos del futuro que obviamente sucedieron pero en el momento de su redacción no eran previsibles.

4.- El Destinatario es María Josefa de la Fuente.- Un aspecto determinante que no concuerda con los sucesos del momento, es que la epístola está dirigida a la esposa de Bolognesi, es decir a la señora María Josefa de la Fuente y Rivero, con quien tuvo cuatro hijos, Francisco, Rosa, María y Margarita. El primero falleció en 1878 y Rosa murió en 1881 como así lo detalla el árbol genealógico establecido por Francisco Javier Carbone Montes en su conocido sitio web de genealogía y lo corrobora el libro “BOLOGNESI”[ii]. Pero el héroe peruano estaba separado hacía muchos años de su esposa y tuvo otro compromiso con la señora Manuela Medrano Silva, con quien tuvo 4 hijos, de los cuales solo le sobrevivió Federico. Cesar murió en 1874; mientras que Enrique y Augusto murieron heroicamente a consecuencia de sus heridas en la defensa de Lima.

¿Se puede creer entonces que Bolognesi haya escrito: Qué será de ti, amada esposa, tú que me acompañaste con amor y santidad”? Realmente huelgan los comentarios. Por otro lado Federico Bolognesi hijo mayor del héroe con la Sra. Manuela Medrano (es decir con su segundo compromiso) nació en el año de 1861. Mientras que la única hija casada de Bolognesi era Margarita, quien contrajo nupcias el 23 de diciembre de 1863 con el conocido músico Melitón Cáceres Anadón. Entonces ¿Cómo se puede explicar que Bolognesi pueda haber escrito “¿Qué será de nuestra hija y de su marido, que no podré ver ni sentir en el hogar común?”, que como vemos él, en el momento del matrimonio de su hija ya estaba separado de su esposa?

Pero es más grave la sentencia que se dicta en la carta, donde Bolognesi propone: Nunca reclames nada, para que no se crea que mi deber tiene precio”. Para demostrar la falta de toda connotación histórica de la carta, en especial sobre este párrafo, transcribimos la carta enviada por María Josefa de la Fuente y Rivero al entonces Jefe Supremo Nicolás de Piérola, la cual se encuentra en el archivo “Piérola” ubicado hoy en los repositorios de la Biblioteca Nacional:

“Arequipa, Octubre 29 de 1880.
Exmo. Sr. Don Nicolás de Piérola
Lima

Muy señor mío:

Hace tiempo que por conducto de esta Prefectura marchó el expediente que he organizado para que V.E. expida a mi favor la cédula de montepío que me corresponde como viuda de mi esposo el Coronel Bolognesi. Hasta el presente no ha resuelto nada V.E. en este asunto y supongo sea la causa la multitud de asuntos que demandan su atención en la crítica situación por que atraviesa nuestra querida patria.

Suplico a V.E., cuando se lo permita el tiempo, que atienda a mi solicitud decretando lo que estime de justicia.
           
El Doctor Hipólito Sánchez íntimo amigo de mi difunto esposo y mío se ha dirigido a V.E. recomendándole este asunto y V.E. se ha dignado contestarle satisfactoriamente, lo cual agradezco a V.E.

También mi esposo ha vendido al gobierno unos cañones cuya cantidad no se le ha abonado y no se a que ascienda; espero de V.E. me ilustre en esta cuestión para hacer el reclamo consiguiente y cuya suma corresponde a mis hijas.
Agradeciendo anticipadamente a V.E. el servicio que me va ha hacer y suplicándole me dispense la molestia que le causo soy de U.

Su atenta y segura servidora 

Josefa R. viuda de Bolognesi[iii]



Carta de Josefa Rivero a Nicolás de Piérola ubicada en el Archivo Piérola de la Biblioteca Nacional del Perú.
Como se aprecia, esta fue recibida el 15 de noviembre de 1880 y contestada tres días después.

Esta carta, además de lo dicho más arriba, es determinante para establecer la incongruencia de la misiva atribuida a Bolognesi que estudiamos y que se ubica fechada el 22 de mayo de 1880, como si se estuviera ante la inminente toma del morro de Arica.

El contenido de este último documento, es totalmente opuesto al designio impartido por Bolognesi en su supuesta carta, porque la viuda solicita desde “…hace tiempo…” la cedula de montepío al mismísimo Nicolás de Piérola que era el jefe del Estado peruano. Y si escribía esta misiva en octubre, es de suponer que ya antes había iniciado los trámites y estaba reforzando y apurando su solicitud. Ante esto (en el supuesto que ya negamos de la autenticidad de aquella carta), entonces ¿Cómo queda la viuda del héroe si Bolognesi le había escrito: “Nunca reclames nada, para que no se crea que mi deber tiene precio”?

María Josefa de la Fuente, fallece el 10 de octubre de 1883 a la edad de 76 años en Arequipa. Con seguridad, por el estado en que se encontraba el erario público y la situación económica agobiante para la defensa del país, ella no pudo cobrar la pensión ni los sueldos atrasados de su cónyuge y el trámite fue continuado por Margarita Bolognesi de la Fuente, su hija menor, quien recién el Estado le reconocería la deuda por Resolución Legislativa de 13 de octubre de 1890, cuando ya había acabado la guerra y el Perú estaba levantándose de las ruinas en que se encontraba.      

Desde esta perspectiva comenzamos a tener varias interrogantes, entre otras, y la más importante es saber ¿Cómo es que aparece esta carta? y ¿En qué textos especializados se conoce de su existencia?

Difícil ha sido para nosotros encontrar la primera publicación de esta carta apócrifa, ya que no hay referencias especializadas ni textos serios que la hayan tomado en consideración.

Recientemente el impecable texto que editara el Ministerio de Defensa sobre Bolognesi, no considera la misiva y menos en su impresionante contenido fotográfico se ubica la supuesta foto de representación que en principio era atribuida a los héroes de Arica.

Si una publicación oficial no la contempla, ¿Es posible que ellos sepan que la carta pueda ser apócrifa? Y de ser así, ¿Por qué permiten que en los medios de comunicación se siga diciendo y leyendo párrafos de esta carta?

El primer estudio serio sobre Arica y el heroísmo de Francisco Bolognesi lo ha hecho como ya hemos escrito, Gerardo Vargas Hurtado. Otros textos de importancia como la “Historia de la República del Perú” de Basadre, que empezó a publicarse desde 1939 y después de ella en sucesivas ediciones corregidas y aumentadas en datos, nunca fue incluida la misiva que comentamos.

Entre otros textos de importancia mencionaremos “La Historia Militar del Perú” de Carlos Dellepiane editado en 1931. Un texto muy leído por los testimonios que contiene es el de Ismael Portal, “Bolognesi y sus Hijos”, cuya segunda edición de 1950 tampoco consigna la misiva. Del mismo modo tampoco aparece en la “Recopilación de Partes y Documentos de la Guerra del Pacífico” editado por Milla Batres en 1980.

Gustavo Pons Muzzo uno de los historiadores más minuciosos y discípulo de Basadre escribió un texto amplísimo “El Coronel Francisco Bolognesi y el Expansionismo Chileno”, en 1987. De igual forma el tomo XI volumen III de la “Historia Marítima del Perú”, escrito por Melitón Carvajal Pareja[iv], publicado en el 2013. Todos estos textos no consignan en ninguna de sus páginas la misiva que estudiamos.  

Pero la carta sí la encontramos a manera de anexo en el texto de Juan del Campo Rodríguez “Batallas Legendarias del Perú y el Mundo” (pág. 218)[v], también la encontramos en “Coronel Bolognesi su Biografía Documentada: Histórico Encuentro Nacional de Historiadores en Arequipa”, publicación realizada en el año 2008 y en su presentación dice: “Valiosa contribución al estudio de la vida del ilustre Francisco Bolognesi”. El autor revela la vida del héroe en seis capítulos que contienen una sólida documentación dada a conocer por “primera vez”. También en Arequipa se publica en 1983 la revista “Historia”, órgano oficial del Departamento Académico de la Universidad San Agustín (pág. 225). Arturo Santos Mendoza publica en el 2003 la carta en su texto “Arequipa: Juicio a la Guerra del 79” y al final de su transcripción en la página 83 nos dice: “¡Qué grandeza de éste hombre inmortal!”.

También encontramos esta carta en una publicación especial del Ejército del Perú[vi], editada en el año 2007 con ocasión de los 127 años de la inmolación del héroe, que le da validez, incluso publicando una reproducción de esta, que, como ya habíamos dicho, pareciera que se le atribuye connotaciones de valores militares, haciendo ver la decadencia de los civiles quienes fueron los que permitieron la derrota.

Son pues, en este tipo de publicaciones, algunas de ellas de indudable seriedad por sus autores, donde la carta fue siempre transcrita, y no se ha cotejado su veracidad y menos se ha publicado el original. En el Museo de los Combatientes del Morro de Arica, hay una copia escaneada y ampliada, y colocada dentro de un cuadro en pan de oro, donde se aprecia que ha sido copiada de un original.

Después de mucho buscar, encontramos que Luis Humberto Delgado Coloma fue el primero que da a conocer esta carta siendo la fecha de publicación el año de 1963 en un pequeño libro hoy casi desaparecido y tomado a menos, titulado “Drama del Perú”[vii]

Delgado fue un literato, historiador, pintor y diplomático peruano nacido en 1906 que realizó estudios en Perú y Francia, con un precedente de haber publicado más de 80 libros sobre historia peruana y temas de interés internacional, fruto de sus prolijas investigaciones. También fue conocido por estar involucrado en una serie de confusos problemas policiales y legales, entre ellos falsificación de documentos.

Como ya habíamos indicado, en 1963 publicó el texto “Drama del Perú” donde al momento de presentar su “descubrimiento” nos dice: “En el archivo de García Calderón he encontrado esta carta demoledora, que por primera vez se conoce y doy sin comentario”[viii] y luego da inicio a transcribirla.

Pero hay algo más que añade Delgado en una nota al pie de página, explicando los motivos de su “descubrimiento” y haciendo un intento de “justificar” su hallazgo nos dice:

“Siguiendo lo indicado por Bolognesi, su esposa nunca reclamó el montepío, ni recibió ningún premio del Perú. Su abnegación la llevó a vivir tres años después en la indigencia, y cuando entonces su hija reclamó al Estado, el Gobierno contestó al Congreso que no se explicaba la razón por la cual no se reclamó el montepío que estaba expedito para los deudos del héroe. Y esto, que parece una ironía, es sencillamente una lección que eleva más alto la memoria del defensor de Arica.- N. del A”[ix].

Como habíamos explicado, María Josefa de la Fuente vivió solo tres años más después de haber solicitado el montepío, trámite que culminó la hija menor Margarita y que obviamente no vivieron en la indigencia en Arequipa; la familia de La Fuente era una de las más acomodadas de la sociedad de aquella ciudad y María Josefa solo solicitó lo que le correspondía por derecho.

Pero Delgado nos tiene más “descubrimientos” del archivo de Francisco García Calderón. En 1965 a propósito del Centenario del Combate del 2 de mayo contra la flota española en el Callao publica una carta donde José Gálvez le da todo el crédito de la defensa de nuestro primer puerto a Mariano Ignacio Prado[x], (sobre esta carta atribuida a Gálvez, el Congresista Víctor Andrés García Belaunde demostró su falsedad en un riguroso artículo publicado en la Revista N° 31 del Archivo General de la Nación – mayo de 2016) y después en otro libro a fines de ese mismo año, “descubre” también cartas en el mismo archivo, de personajes históricos donde le proponen a Mariano Ignacio Prado a que este viaje a comprar armas en plena guerra con Chile[xi].

Sobre estas cartas, el historiador Percy Cayo Córdova en el tomo VII de la “Historia del Perú” de editorial Juan Mejía Baca[xii], demostró su falsedad por la incongruencia que había en lugares, fechas y personajes, todo ello con la finalidad de elevar y justificar la figura de Mariano Ignacio Prado. Es curioso encontrar en todas estas cartas publicadas por Delgado el sistema de fecha actual. Es decir lugar, día, mes y año, y la caligrafía es similar en todas esas cartas.

Por otro lado es muy extraño que la carta de María Josefa de la Fuente que se encuentra en el archivo Piérola de la Biblioteca Nacional no se haya tomado en cuenta por los estudiosos de la historia y se encuentre olvidada, teniendo en consideración que el archivo Piérola inicialmente fue a parar a manos del historiador Rubén Vargas Ugarte, muy cercano a Luís Humberto Delgado.

En 1967, Vargas Ugarte en su texto “Guerra con Chile – La Campaña del Sur”[xiii] había avalado la publicación de Delgado sobre las cartas de Grau, Cáceres, Montero y García Calderón que proponían a Prado que viaje al extranjero a traer personalmente armamento. No obstante este acercamiento entre Vargas y Delgado, no se percataron que Piérola archivaba la solicitud de doña María Josefa, después de haberla contestado.

La carta atribuida a Bolognesi, y transcrita por primera vez por Luis Humberto Delgado en “Drama del Perú” no es la misma que encontramos reproducida en los textos ya descritos, porque difiere en lo siguiente.

1)    La carta de Delgado dice:
“su decisión de pelear sin desmayo
La carta facsimilar dice.
“su decisión de pelear sin desmayos

2)    La carta de Delgado dice:
“que no podré ver ni sentir”
La carta facsimilar dice:
“que no podrán ver ni sentir”

3)    La carta de Delgado dice
“han dictado con su incapacidad, la sentencia”
La carta facsimilar dice:
“han dictado con su incapaz conducta, la sentencia”

4)    La carta de Delgado dice:
“para que no se crea”
La carta facsimilar dice
“para que no crean

5)    La carta de Delgado dice
“que mi deber tiene precio”
La carta facsimilar dice
“que mi deber tuvo precio”

Es obvio que el descubridor de esta “carta demoledora”, tuvo a la vista cualquier otro ejemplar menos el que se encuentra reproducido en el Museo de los Combatientes del Morro de Arica. Tampoco reprodujo Delgado la parte final de la foto ampliada que hoy conocemos que termina así: “Abrazos a Melvin” y finaliza: “A los parientes y amigos que tenemos, muchos recuerdos”.

Creemos necesario conocer en primer lugar si existe un original de esta carta, y si este existe debe ser mostrada al público y establecer su autenticidad con una pericia caligráfica. No es dable que un recinto histórico como lo es el Museo de los Combatientes del Morro de Arica, lugar donde nació Francisco Bolognesi, se contemple un documento apócrifo que mella su honor y el de su esposa.  

Los acontecimientos históricos han ocurrido en un determinado espacio y tiempo, estos son como son y no como nos hubiera gustado que culminen. La verdad siempre se abre paso, no obstante el tiempo transcurrido. Lo mejor sería eliminar del imaginario esta carta que degrada a todos aquellos que investigan historia, al menos hasta que se establezca 100% su veracidad, y peor aún de aquellos que, sabiendo la falsedad de los escritos, permiten con su silencio que algo así siga y permanezca como una certeza para supuestamente engrandecer al Coronel Francisco Bolognesi.

Francisco Bolognesi Cervantes, decidió quedarse y combatir hasta el final y de ello da cuenta la misma contra parte chilena cuando Juan de la Cruz Salvo no logró su cometido de convencer a los oficiales peruanos de rendir la plaza. Un Consejo de Guerra frente al oficial chileno muestra la decisión de todos de pelear hasta el sacrificio, y todos esos hombres aquel 7 de junio de 1880 nos dieron una lección de coraje y valor, que ha quedado para siempre atesorada en la memoria y honra del Perú.

Bolognesi y sus oficiales, no necesitan de misivas apócrifas para resaltar su valor, y para ello debemos de honrarlos guardando su memoria con solo decir únicamente lo que ocurrió, sin fantasear, sin engañar o en este caso en especial, sin falsificar documentos. Nuestros héroes del 7 de junio de 1880 siempre estarán presentes porque su legado es imborrable.





[i] Carta de Francisco Bolognesi a Domingo Lecaros. Arica, 22 de mayo de 1880. Copia digitalizada Juan Carlos Flórez Granda.
[ii] Bolognesi. Ministerio de Defensa, Ejército del Perú, Telefónica.
[iii] Archivo Piérola. Correspondencia recibida de Arequipa 1869 – 1894. Año 1880. Biblioteca Nacional del Perú
[iv] Historia Marítima del Perú. Melitón Carvajal Pareja. Tomo XI Vol. III. Año 2013. Editorial, Instituto de Estudios histórico – Marítimos del Perú.
[v] Batallas Legendarias del Perú y del Mundo. Episodios épicos y anécdotas militares. Juan del Campo Rodríguez. Editorial Fundación Academia Diplomática del Perú. 2002
[vi] “La Respuesta de Bolognesi” 5 de junio de 1880. Folleto editado por la Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú.
[vii] Drama del Perú. Luis Humberto Delgado. Ariel Editores, 1963. Pág.29
[viii] Drama del Perú. Luis Humberto Delgado. Ariel Editores, 1963. Pág.28
[ix] Drama del Perú. Luis Humberto Delgado. Ariel Editores, 1963. Pág.29
[x] Guerra entre el Perú y España - 1866: de la historia del General Mariano Ignacio Prado: con documentos originales e inéditos. Ariel Editores 1965
[xi] Estampas de la Guerra Perú y Chile 1879. Luis Humberto Delgado. Ariel Editores, 1963.
[xii] La Guerra con Chile (1980). Tomo VII de la Historia del Perú. Editor Juan Mejía Baca.
[xiii] Guerra con Chile - La Campaña del Sur. Abril-diciembre 1879, Memoria del General Juan Buendía y otros documentos inéditos: Introducción y notas de Rubén Vargas Ugarte. Carlos Milla Batres Editores.

viernes, 19 de febrero de 2016

Testimonios de Guerra: Alfonso Ugarte – II

Por: Juan Carlos Flórez Granda
Director SEHCAP
jcflorezg@yahoo.com


Hace casi una década atrás y teniendo a la mano el libro “Tomo I Serie Biográfica - Los Héroes de la Breña”, figuraba el inventario, para consulta general, de expedientes militares de sobrevivientes de la pasada guerra. Llamó la atención este legajo que no figuraba en la lista, el cual fotografiamos para su posterior análisis.

Publicamos este segundo trabajo donde a través de los relatos de sobrevivientes, se destaca la valerosa actuación, en este caso, de Alfonso Ugarte.

Es importante reiterar que el objetivo principal es mostrar directamente al peruano común realizando actos heroicos tan meritorios e importantes como los personajes ya conocidos por nosotros, y en este caso particular, el hijo de Estanislao Granadino, un acaudalado tarapaqueño que contribuyó a crear al batallón Iquique No.1, es quien presenta una solicitud a la Comisión Calificadora de Combatientes de la Guerra del Pacífico para que se reconozca los servicios de su padre y durante esta larga e interesante crónica, descubriremos en un lenguaje a veces confuso pero muy detallado, detalles poco conocidos de esta batalla.
Se ha respetado casi en su totalidad la construcción gramatical del original, dejando al lector criterio para poder entender su contenido.

“…Andrés A. Granadino Almonte, General del Ejército en situación de retiro, solicito de Ud. se sirva disponer que la “Comisión Calificadora de Combatientes de la Guerra del Pacífico” declare vendedor de la “Batalla de Tarapacá” del 27 de noviembre de 1879 contra el Ejército de Chile, a mi padre don Estanislao B. Granadino, batalla en que fue herido en una pierna en las circunstancias que se expresan a continuación, que deliberadamente son expuestas con bastante latitud a fin de que no se ignoren detalles inéditos sobre la creación en Iquique del glorioso “Batallón Iquique” de 990 plazas, organizado, vestido, equipado, alimentado y pagado, desde su creación hasta el 7 de junio de 1880, en que fue aniquilado en el mundialmente conocido  sacrificio del Morro de Arica, junto con su jefe el ínclito paladín Alfonso Ugarte, que, cubierto en los pliegues de la bandera del glorioso “Batallón Iquique”, bordado por mi madre y otras damas tarapaqueñas, prefirió arrojarse al mar y morir despedazado en los peñascos del Morro de Arica antes de caer en manos del enemigo, por un grupo de verdaderos patriotas, acaudalados salitreros tarapaqueños, sin que el Estado tuviese que abonar ni un solo centavo, sino suministrar solamente los fusiles y municiones, a lo que mi padre contribuyó con ingentes sumas que fueron abonadas desde el primer día de su creación hasta el mismo 7 de junio.

Así como sobre la épica marcha no igualada jamás por ningún ejército del mundo en circunstancias semejantes, ni aun en las guerras de la independencias del Perú (en las que el general español Valdez cubría fuertes jornadas pero no a pie sino montadas sus tropas en caballos del país, mulas, burros y hasta llamas, con las que llegaba a recorrer hasta 60 km en un día), tal como fue la marcha de Iquique a Tarapacá en 4 jornadas nocturnas:
La primera de 10km abandonando Iquique a las 4 de la tarde del 22 de noviembre de 1879 para llegar a pie a las 11 de la noche del mismo día a la estación de “El Molle”.
La segunda de 50km, partiendo a pie de La Noria a las 4 de la tarde del 23 para atravesar el desierto calichero para llegar a La Tirana donde llegó al amanecer del 24.
Las terceras y cuartas jornadas partiendo de La Tirana a las 6 de la tarde del 24 para atravesar el desierto entre La Tirana y la quebrada de Tarapacá, o sean 90km sin contar con una sola gota de agua, escases más sensible para una División que carecía de cantimploras, llegando a partir de la una de la tarde de la segunda etapa (25) , al borde de la pampa y del desierto con la quebrada de Tarapacá, frente a Huarasiña, muertos de hambre y sobre todo padeciendo de sed. En una palabra, una División que no podía entrar en combate por hallarse completamente agotada después de esas 4 marchas nocturnas seguidas a pie, mal alimentados y sobre todo sin agua, y que si no hubiese sido por la inteligente previsión y energía de mi padre que les hizo preparar sustanciosas comidas el 25 y 26, a riesgo de privar de víveres a su familia compuesta de su esposa y de 3 hijos menores de edad, mis hermanos mayores, que se dirigían en caravana a Tacna, con lo que contribuyó a convertir a tropas agotadas por las marchas, incapaces de combatir, en tropas llenas de energía física y coraje con las que derrotó al enemigo, después de descansar un día efectivo.

La participación que tuvieron las tropas tarapaqueñas en la batalla, así como mi padre que no quiso abandonarlas en la lucha, combatiendo lado a lado de Alfonso Ugarte, primo de mi madre, curando al jefe del batallón Iquique de su herida en la cabeza, recibiendo él mismo un balazo en una pierna, sirviendo de agente de enlace entre la División de Cáceres y la de Ríos durante la batalla, y ayudando a coordinar los ataques centrales en los que fue mi padre, elemento decisivo, que terminaron poniendo en fuga desenfrenada a los 5000 soldados chilenos, envalentonados con sus fáciles triunfos de Pisagua y San Francisco.

Por último, su ayuda a la División Ríos durante la larga y terrible retirada de Tarapacá a Arica junto con las otras tropas peruanas y la familia de mi padre, acompañando a esta División, prestándole toda la ayuda necesaria y atención por mi madre y su servidumbre, de sus heridos y enfermos, desde Sipiza hasta llegar a la Quebrada de Camarones.

Antes de continuar debo hacer presente que todas las poblaciones, campos de batalla, red de caminos, rutas de invasión principalmente, y las de retirada utilizadas en 1879, han sido reconocidas personalmente por el suscrito en camioneta, automóvil y especialmente en mula, durante algo más de un mes, al regresar de mis 7 años de destierro en la Argentina por el general Odría, estudiando todas sus condiciones logísticas, además del terreno, vías de invasión, etc., bajo el más amplio espíritu ofensivo o de revancha, para lo cual aproveché del pretexto plausible de visitar la tierra donde nacieron mis padres y viven hoy mis numerosos parientes en toda la provincia o departamento de Tarapacá.

Debo de declarar que, sin ninguna excepción, se mantiene vivo el amor a nuestra Patria, el Perú, lo que no podía ser de otra manera en la tierra del Mariscal Castilla y Marquezado y la de Alfonso Ugarte, hallándose listo su espíritu de colaboración en todo lo que yo pudiese pedirles.

Mi citado padre nació en la población de San Lorenzo de Tarapacá, capital del Departamento, el 10 de noviembre de 1836, siendo el último de los 15 hijos, entre hombres y mujeres, que tuvieron mis abuelos Dn. Vicente B. Granadino y Dña. Manuela de Oviedo de Granadino, su esposa.

Dedicado mi padre desde muy joven a la explotación del salitre el cual mi abuelo fue uno de sus descubridores, era propietario, a la declaración de la guerra con Chile, de 3 oficinas salitreras: Ramírez, San Donato y San Lorenzo, elaboradores de salitre con sus respectivas plantas inglesas de elaboración, además de numerosas “estancas” de terrenos salitreros en los que se trabajaba su extracción.

En Iquique era propietario asimismo de, además de varias bodegas o grandes depósitos de salitre elaborado y listo para su exportación a Europa, que más tarde sirvieron de alojamiento al glorioso “Batallón Iquique No. 1”, así como a otras tropas acantonadas en ese puerto.

Al romperse las hostilidades con Chile, se reunieron en Iquique un grupo de los más acaudalados salitreros tarapaqueños, formado entre otros por D. Estanislao B. Granadino, mi padre, su hermano D. Marcos B. Granadino, D. Fermín Bernal y García, D. Lorenzo Zavala, d. Andrés Bustos, la familia Ugarte y Bernal, D. Juan Vernal y Castro, D. Evaristo Quiroga y varios otros cuyos nombres deben hallarse consignados en documentos oficiales de la época que debería poseer el Ministerio de Guerra, los que decidieron organizar un batallón de infantería de 900 plazas, refundiendo en uno  solo los dos batallones originalmente constituidos a fines de marzo antes de la declaración de guerra, formándolo con oficiales y tropa de la Guardia Nacional, oriundos exclusivamente del Departamento de Tarapacá, cuyo sostenimiento general durante todo el tiempo que durase la guerra sería sufragado íntegramente por los acaudalados salitreros tarapaqueños presentes, sin que le costase un solo centavo al erario peruano, el cual solo debía suministras los fusiles y municiones necesarios, para lo cual los tarapaqueños presentes y los que se adhiriesen posteriormente, como lo hizo mi tío Marcos B. Granadino, hermano de mi padre y casado con mi tía Dominga, hermana de mi madre, se comprometieron a abonar la cantidad inicial necesaria y mensualmente la suficiente para su sostenimiento, inclusive el importe de la alimentación, sueldos, gratificaciones y propinas a la tropa.

El Sr. Estanislao B. Granadino ofreció poner inmediatamente a disposición del batallón que iba a organizarse, 2 grandes “bodegas” que le servían de depósito de salitre, sitas hoy en la calle Serrano, y 2 casas de altos y bajos para Alojamiento del Cuerpo de Oficiales y Oficinas del Batallón, situadas hoy en la calle Sargento aldea.

Se acordó asimismo, que a la brevedad posible se suministrase a dichos oficiales las prendas de cama necesarias lo mismo que a la tropa, así como los muebles y enseres necesarios a las oficinas, disponiéndose al mismo tiempo la confección de uniformes, capotes y demás prendas de vestuario, ropa interior, calzado, correaje y fornituras, mochilas, cantimploras, así como los enseres necesarios para la confección de las comidas para oficiales y tropa, comprendiendo servicio de comedor para los mismos, además de la compra de alas de silla para las plazas montadas y para el transporte del parque e impedimenta,  útiles de campamento, etc., o sea de todo lo que necesitase el batallón para entrar en campaña.

En la misma reunión se designó 1er. Jefe del Batallón, confirmando su nombramiento primitivo, al Sr. Alfonso Ugarte, coronel de Guardias Nacionales, quien desde ese momento se encargaría de las gestiones oficiales ante la Comandancia en Jefe para alcanzar su completa organización, especialmente del Cuerpo de Oficiales y aceptar las clases y soldados instructores que había ofrecido proporcionar el coronel Andrés A. Cáceres, jefe de la 2da. División del Ejército del Sur, para la instrucción necesaria y cooperar en la organización general, gestionando de la superioridad la aprobación de las medidas adoptadas.

En la misma reunión se acordó comprar el cuero, etc., necesario para la confección del correaje, fornituras, cinturones, que no podía suministrar el Estado, a fin de activar su entrega al batallón pero, sobre todo, dotarlo de suma urgencia de las cantimploras tan indispensables en esa árida región de pampas, pero que no podían adquirirse en las instalaciones del Ejército en Iquique que no las tenía, debiendo ser adquiridas en Lima, lo que desgraciadamente no pudo dotarse la Batallón a pesar de haberse enviado a Lima un oficial comisionado con la autorización de la superioridad y provisto del dinero necesario.

Se dispuso asimismo que las esposas, hijas y parientes de las personas allí presentes, organizasen talleres de costura con la cooperación de todas las damas peruanas de Iquique con los sastres necesarios, para confeccionar las prendas de vestuario y equipo del personal de oficiales y tropa del batallón, así como que se procediese a confeccionar la bandera nacional destinada al Cuerpo, así como los banderines, que serían entregados al Batallón cuando terminase de organizarse y lo dispusiese la Comandancia en Jefe en la ceremonia patriótica correspondiente, procediéndose en el acto a recabar los cheques, órdenes de pago comerciales, giros sobre Londres en $, etc.

Efectivamente el…………….. de 1879, se reconoció oficialmente al batallón de infantería de 900 plazas comandado por el coronel de Guardias Nacionales Alfonso Ugarte Vernal, designándolo con el nombre de “Batallón Iquique No.1”, siendo afectado a la División Ríos acantonada en Iquique y compuesta de tropa nativa del Departamento, el cual desfiló correcta y gallardamente ante el Alto Comando y autoridades militares, en medio de entusiastas aclamaciones, vítores y entusiasmo patriótico de toda la población de Iquique.
Según las Listas de Revista que no han sido encontradas hasta la fecha, entre los oficiales y tropa del batallón figuraban muchos parientes de mis padres, así como numerosos empleados y obreros de las oficinas de salitre de mi padre.

Antes de la declaración de guerra, muchas familias tarapaqueñas residían en Tacna por su clima, abundancia de víveres frescos, etc., entre los que se encontraba mi tío Marcos B. Granadino, hermano de mi padre y su familia, que habían viajado por vía marítima con sus hijos antes de la declaración de guerra.

Pero, una vez que Chile se adueñó del mar después del hundimiento del monitor “Huáscar”, se intensificó el bloqueo de la vía marítima entre Iquique, Pisagua y Arica, por lo que solo algunas pocas familias optaron por tomar la ruta terrestre de Pisagua – Tiviliche – Quebrada de Camarones – Arica y Tacna.

Como en Iquique hasta los civiles sabían con certeza que en Antofagasta, Chile preparaba su primera invasión del Perú para apoderarse del rico departamento salitrero de Tarapacá que era su primordial objetivo, desembarcando obligatoriamente en Pisagua, mis tíos Marcos y Dominga urgieron a mis padres para que se trasladasen cuanto antes a Tacna, a fin de descongestionar en lo posible al suministro de víveres frescos especialmente carne, de que carecía Iquique en cantidad suficiente para el Departamento, lo que hacía muy difícil el aprovisionamiento de las tropas.

Como por intermedio de Alfonso Ugarte, primo de mi madre, mi padre había sostenido sólida amistad con el coronel Andrés A. Cáceres, jefe de la 2da. División Peruana de Línea acantonada en el Departamento, amistad que culminó años después cuando mi padre aceptó gustoso su deseo de ser mi padrino de bautizo por haber nacido el suscrito el 10 de noviembre, fecha también del nacimiento del que fue Mariscal del Perú, Don Andrés A. Cáceres.

Esta amistad se convirtió en sólido vínculo cuando se tradujo en el mismo año de 1879 en el servicio que le hizo mi padre a él y al Perú al proporcionarle 500 mulas de carga adquiridas en el Tucumán, Argentina, que le servían a mi padre para el transporte del salitre de las oficinas de elaboración a las estaciones del ferrocarril de Pisagua al puerto de Iquique para su embarque al extranjero. Este ganado lo necesitaba con urgencia el coronel Cáceres para poder transportar su parque e impedimenta como víveres, etc., de su División, en su desplazamiento sobre cualquier punto del departamento que fuese necesario, para poder hacer frente al enemigo que se afirmaba invadiría en breve al Departamento.

Como muy pronto obtuvo mi padre confirmación de la inminencia del desembarco de tropas chilenas en Pisagua, que cortarían la ruta terrestre a Tacna por Pisagua, Tiviliche y Arica, inició los preparativos para marchar por tierra a Tacna con toda su familia, marcha a la que se agregaron numerosos parientes cercanos con sus familias, residentes en la Tirana, Pica, Matila, Pozo Almonte y el Valle, formándose una verdadera caravana, por lo que dispuso mi padre que cada familia preparase sus acémilas de silla y carga para el transporte de su propio personal e impedimenta, especialmente sus víveres en cantidad necesaria para el largo viaje de más de 600km que se iniciaría probablemente en La Tirana en fecha que indicaría mi padre oportunamente, población en la que debía reunirse o concentrarse la caravana.

La marcha sobre Tacna se haría por los senderos del comienzo de las estribaciones de los Andes, a fin de no obstaculizar los posibles desplazamientos de las tropas peruanas en la Pampa del Tamarugal, y comienzo de las quebradas que bajan de los Andes para perderse en dicha pampa.

La principal preocupación de mi padre consistía en el suministro de carne y víveres necesarios para las dos terceras partes del viaje por lo menos,  por lo que formó por su cuenta un rebaño compuesto de ganado vacuno con algunas vacas para el suministro de leche, especialmente para los niños de la caravana, además de corderos, aves llamas, y también además de un convoy transportando charqui, chalona, arroz, chuño, papaseca, chochoca, maíz para cancha y mote, harina de trigo y de maíz, azúcar, té chocolate, etc., todo en cantidad suficiente, además de algunos barriles de agua que podrían ser necesarios, así como enseres de campamento, clase de víveres y agua que el ejército peruano tendrá que llevar cuando llegue el momento de lo que fue y será siempre nuestro. Mis padres montaban excelentes mulas argentinas de silla elegidas cuidadosamente, llevando una mula con angarillas en que irían sus dos últimos hijos menores de edad, uno en cada lado, mientras que cabalgando en la parte superior y central, iría nuestra hermanita la mayor, menor de edad también. Dicha mula estaría a cargo de un antiguo arriero de toda confianza que no podía alejarse de ella por ningún motivo.

Formaba parte de la caravana, personal de la servidumbre, además de los antiguos y mejores y ya probados arrieros conocidos de mi padre, con las mejores mulas de carga de las tres oficinas de salitre, habituadas a marchar por la Pampa del Tamarugal.

La intención de mi padre y de su capataz y arrieros era marchar no por el borde Este de la pampa, sino por los senderos para las mulas, a media pendiente de los espolones de los Andes, pasando de quebrada en quebrada, en la dirección general del norte y paralelo igualmente al borde Este de la Pampa del Tamarugal, con el fin de no entorpecer posibles desplazamientos de las tropas peruanas, tal como sucedió.

La reunión de la caravana con todos los elementos que le constituían se realizó el 28 de octubre en La Tirana, iniciándose la larga marcha en la mañana del 1ro. De noviembre, en momentos que se extendía la noticia transmitida por telégrafo desde Pisagua, de que los chilenos habían iniciado el ataque para apoderarse de ese puerto y poder desembarcar sus tropas. Bajo la penosa impresión del ataque chileno, la caravana siguió su marcha hacia el Este, sobre Tipiza, para de allí girar definitivamente al Norte.

Después de atravesar varias quebradas paralelas, la caravana llegó al mediodía del 25 de noviembre al pueblo de Mamiña sobre la quebrada de Tarapacá, a varios Km al N.E. de la población de ese nombre, habiéndose encontrado en esos caminos de sierra con algunos soldados bolivianos que les informaron sobre el éxito del desembarco chileno en Pisagua y la batalla de San Francisco con resultado adverso para las armas de Perú y Bolivia, pero ocultando que estos desastres se debían únicamente a la traición del presidente boliviano Daza que se vendió por dinero a Chile, ordenando media vuelta en la quebrada de Camarones a las tropas bolivianas que se dirigían a reforzar las tropas peruanas en Tarapacá, y a que las tropas bolivianas asesinaran por la espalda cuando asaltaban el cerro San Francisco.

Al llegar al pueblecito de Mamiña, 3 soldados peruanos en comisión en dicho lugar, confirmaron a mi padre los anteriores informes, agregando que después del desastre sin combatir en San Francisco, el ejército peruano, menos la División de Caballería de Bustamante que también emprendió la fuga sobre Arica, se encontraba en el pueblo de Tarapacá dirigiéndose a Tacna por Arica, y que la División Ríos que había quedado en Iquique, había recibido orden de abandonar ese puerto y dirigirse al pueblo de Tarapacá, la cual había partido de La Tirana a las 6 de la tarde del día anterior 24, dirigiéndose sobre la quebrada de Tarapacá, según informes telegráficos de La Tirana.

Al escuchar mi padre estos informes y conociendo perfectamente los peligros del camino de La Tirana a Tarapacá, que había recorrido tantas veces en su juventud, especialmente la senda que pasa por Huarasiña a la entrada de la quebrada, especialmente por la absoluta carencia de agua antes de llegar a Huarasiña, en una tan grande extensión  de cerca de 50km o sea la mitad de su extensión total, así como la naturaleza del terreno, pedregoso en los primeros 45km y de arena muerta los últimos 45, y con total ausencia de todo recurso, ordenó mi padre en el acto beneficiar cuatro novillos así como varios corderos, carne que con víveres secos apropiados la dirigieran sobre Tarapacá con varios arrieros bien montados, conduciendo con ellos dos mulas además con 4 barriles para agua cada una. Mi padre dejó a su familia y a la caravana bien instalada en Mamiña, dirigiéndose rápidamente sobre Tarapacá con su pequeño convoy de carne y víveres, donde sabía que se encontraba su buen amigo el coronel Andrés A. Cáceres.

Al llegar a la pequeña plaza de Tarapacá le fueron confirmados todos los informes anteriores, agregando la noticia de que algunos elementos avanzados de batallón “Iquique”  habían llegado a la una de la tarde de ese día 25 al borde de la pampa y del desierto, muy cerca y frente a Huarasiña, a la entrada de la quebrada, y que el jefe de la División Ríos, División que desgraciadamente no había sido dotada de cantimploras desde Lima, a pesar de sus angustiosos pedidos y remesas de dinero, pedía con urgencia que se le enviara agua y víveres inmediatamente, pues sus tropas se hallaban sumamente agotadas después de las 4 larguísimas marchas de noche, muy sedienta y hambrienta.
No es demás advertir que el coronel Suárez jamás se preocupó de atender en algo el angustioso pedido del coronel J.M. Ríos que pedía agua y alimento para sus soldados tarapaqueños.

Al tener conocimiento de este informe mi padre dispuso inmediatamente que una parte de la carne y víveres que traía desde Mamiña se dirigiera al borde del desierto frente a Huarasiña y que se llenasen de agua los 8 barriles, y que con las mulas de los víveres fuesen las 2 mulas con el agua al mismo punto a juntarse con esa tropa del “Batallón Iquique”, donde con la paila que se llevaba se preparasen rancho apropiado y continuo, suministrando agua a la tropa de los 4 barriles mientras que mi padre continuaba con la otra mula de agua, seguida después por la otra mula y 2 arrieros con sus barriles ya llenos.
En consecuencia mi padre subió por la pendiente S.E.  de la quebrada hasta el borde del desierto donde estaba reuniéndose poco a poco el batallón “Iquique” y el resto de la División Ríos, continuando mi padre en dirección de La Tirana por las sendas por donde venía el resto de la División, encontrándose a los pocos momentos con Alfonso Ugarte que a pie marchaba al frente del grueso de su batallón para dar ejemplo y levantar la moral de sus hombres y para ceder su caballo y las mulas de sus oficiales a los soldados agotados por la marcha de 135km en 3 jornadas de noche, a razón de 45km cada noche.

Es muy posible que mi padre no se diese exacta cuenta en esos momentos de acción, de que con su previsión y energía estaba permitiendo que el Perú pudiese escribir la página más gloriosa de su historia militar al convertir una División de 1500 hombres agotados físicamente e incapaces de combatir, en otra División llena de energía física y moral, pletórica de coraje, la cual iba a decidir la suerte de la batalla, haciendo morder polvo a su odiado enemigo, superior en número y armamento y a regar con su sangre sagrada y generosa un campo de batalla donde hasta ahora se ven blanquear los huesos de nuestros “inmortales”.  Que se reconocen por los botones de los girones de las reliquias de sus uniformes, botones de los que poseo algunos y que claman venganza, mostrándonos el camino del deber y de la reconquista de tierras que fueron y serán siempre nuestras.

Héroes olvidados desde el 27 de noviembre de 1879 y que recién ahora que se sabe han desaparecido todos los heroicos sobrevivientes. Se recuerda que la patria debió siquiera cubrirlos a ellos  y a sus descendientes de medallas y bienestar económico, mostrándolos al país para que los admirasen y sirvieran de  modelo en el futuro hasta que en ese mismo campo de batalla el Perú levante el monumento donde se graven en el mármol los nombres de todos “los que cayeron por defenderlo” y de todos los que tomaron parte de la lucha, levantándole el monumento que hasta ahora se le ha negado al glorioso paladín que envuelto en los pliegues de la sagrada enseña de su glorioso “Batallón Iquique”, se precipitó al abismo legándonos ejemplo eterno de heroísmo de lo que valen los hombres y sus descendientes de esas sagradas y gloriosas tierras entre los que se cuentan los Mariscales Ramón Castilla, La Fuente, el general Remigio Morales Bermúdez y el coronel Guillermo Billingurst héroe del morro Solar, todos los 4 presidentes del Perú, y los héroes de Tarapacá y del Morro de Arica.

No hay que olvidar que esos hombres de la División Ríos, de coraje bien templado, venían caminando con sus pies desde las 4 de la tarde del 22 de noviembre desde Iquique hasta la estación del Molle, árbol que hasta ahora existe esperando que lo cubra el pabellón peruano, donde llegaron a las 11 de la noche, para tomar inmediatamente el tren que los condujo a La Noria a donde llegaron a las 7 de la mañana del 23, lugar en que tomaron un ligero desayuno, pero sí un buen almuerzo, e iniciar a las 4 de la tarde de ese día su épica marcha a pie por los calichales, pedregales y arenales de la Pampa del Tamarugal, hasta el amanecer del 24 en que llegaron a La Tirana donde recibieron como ración una libra de carne con pan, bollos, galletas al rescoldo, sopa y pillas preparadas por las damas peruanas, descansando hasta las 6 de la tarde en que emprendieron la primera etapa de 45km de desierto sobre la quebrada de Tarapacá, haciendo alto a las primeras horas de la mañana del 25 en que el sol convertía la pampa en un horno abrasador, llegando por fin a la 1 de la tarde los primeros elementos del “Batallón Iquique”, sobre el borde del desierto con las pendientes que bajan sobre la quebrada de Tarapacá, frente a Huarasiña, donde por el centro del vallecito corre el arroyo que lo corta.

En ese borde se esperó que se reuniese toda la División, pudiendo satisfacer esos héroes espartanos su hambre con el rancho que había hecho preparar mi padre con parte de los víveres que trajo de Mamiña.

Reunida ya la División, bajó a la quebrada a las 9 de la noche para recorrer los 2 o 3 kilómetros para alcanzar Huarasiña donde mi padre les había hecho preparar precario alojamiento donde se repartieron los restos de la carne asada y cancha con mote, sobrante del rancho que mi padre había hecho preparar en el borde del desierto que acababan de abandonar. De dicho borde de la quebrada, mi padre había enviado ya un arriero a Mamiña para que con nuevos arrieros y mulas se enviase más víveres y carne para poder preparar un sustancioso rancho para toda la División Ríos en Tarapacá, donde posiblemente se llegaría a las 12m del día siguiente 26. Este pedido fue despachado bajo la vigilancia personal de mi madre para que fuesen la mayor cantidad de víveres, aun a riesgo que se agotasen los víveres que se contaban para seguir la marcha a Tacna.

Mientras tanto mi padre descansaba en la misma casa con Alfonso Ugarte, coronel J.M. Ríos y algunos jefes de la División en el alojamiento preparado por un pariente cercano residente en Huarasiña. Habiendo pedido por medio de un arriero a un primo hermano que residía en Tarapacá, que preparase alojamiento el día 26 para el mismo personal, al que posiblemente se agregaría el coronel Andrés A. Cáceres con alguno de sus jefes, disponiendo al mismo tiempo los lugares convenientes donde pernoctaría la tropa de la División Ríos, que ya se encontraba en condiciones físicas muy aceptables.

A las 8 de la mañana del 26, víspera del día que se escribiría la más gloriosa página de nuestra historia militar y ya completamente restablecida la División Ríos de su desgaste físico, después de tomar una ligera colación, partió de Huarasiña llevando desplegada la gloriosa bandera del “Batallón Iquique” a la cabeza, seguida de sus jefes, del “Iquique” y demás unidades tarapaqueñas. A las 12 del día la División desfilaba gallardamente en la plaza de Tarapacá, frente a los dos generales del ejército del Sur, y sus altos jefes y cuerpos de tropa.

En Tarapacá esperaba a la División Ríos y a todo el cuerpo de sus jefes y oficiales, el magnífico rancho preparado por el cocinero oficial de la caravana a quien había enviado mi madre, con los víveres enviados por ella de Mamiña, que dejó casi exhaustos a los de la caravana, rancho que se repitió en parte a las 6 de la tarde, con lo que terminó de reponerse completamente toda la División Ríos. Marcha de Iquique a Tarapacá en 4 días sin perder un solo fusil ni un cartucho, habiendo solo abandonado en la estación de El Molle y algo también en La Noria, bastante cantidad de víveres que no pudieron ser transportados de La Noria a La Tirana i mucho menos a Tarapacá, en las muy pocas mulas con que contaba la División, pero que fueron entregados al pueblo peruano, incluso los que no pudieron llevar sobre sí las tropas y los oficiales.

La marcha ejecutaba por esta División de 1500 hombres, supera a las más memorables que consigna la historia militar de todas las Américas, inclusive las del general español Valdez en las guerras de la independencia del Perú, ejecutados por los legendarios soldados cuzqueños, pero que eran realizadas montados los soldados de infantería en caballos del país, mulas, burros y hasta en llamas, con lo que se explica la de 60km en su campaña de Moquegua.

Al comenzar a amanecer el 27, mi padre fue despertado en la pieza en que dormía Alfonso Ugarte, por una mujer que conocía a mi padre desde niño y que tenía su choza con sus corderos y perros en el borde de la pampa con las pendientes que forman la Quebrada, y cerca de una torrentera, la que le avisó que los chilenos estaban ocupando todo el borde que domina el valle, mientras que soldados a caballo y más soldados a pie continuaban sobre Pachica por el mismo borde. Mi padre despertó inmediatamente a Alfonso Ugarte que hizo tocar “generala” que puso en pie a todas las tropas peruanas, lista a inicial la lucha, mientras mi padre transmitía el informe al coronel Cáceres, el cual sin esperar órdenes inició el ataque lanzando a la conquista de las ásperas pendientes que dominaban la quebrada, a su famoso batallón “Zepita” seguido del “2 de Mayo”, los que al alcanzar el borde de la pampa se apoderaron de la artillería enemiga, haciendo retroceder a los chilenos a bastante distancia, apoderándose de sus trincheras, equipo, etc.

Y cuando en Batallón Iquique No.1 con Alfonso Ugarte a la cabeza y con mi padre a su lado que hacía fuego con un fusil tomado a un soldado peruano muerto, seguido de la “Columna Navales” de Iquique mandada por el abogado  doctor Meléndez comandante de Guardias Nacionales, y por un piquete de “Gendarmes de Iquique” mandado por el teniente More, tropas que avanzaban apoyando vigorosamente al Coronel Cáceres, que atacaba a la columna chilena Arteaga, fue herido Alfonso Ugarte de un balazo en la cabeza, siendo socorrido en el acto por mi padre que le vendó la herida que sangraba profusamente, con su pañuelo de seda del cuello, instante en que fue muerto de un balazo su caballo blanco que le obsequiara mi padre en Iquique, al que reemplazó mi padre en el acto entregándole su propia mula, con la que continuó comandando su batallón y atacando al enemigo. Fue en esos momentos que mi padre hacía fuego al lado de Alfonso Ugarte desde el comienzo de la lucha, que fue también herido de un balazo en la pierna, proyectil que felizmente no le comprometió el hueso, lo que le permitió montar la mula de uno de sus arrieros que trajo de Mamiña y que combatía también a su lado siguiendo el ejemplo de mi padre.

Y cuando el escuadrón chileno de “Granaderos” cargó impetuosamente sobre la “Columna Loa” de Tarapaqueños y no de bolivianos como se dice equivocadamente, y sobre los gloriosos “Navales” que tanto se distinguieron en el Morro de Arica, que no tuvieron tiempo para formar el “cuadro”, fueron furiosamente acometidos por el glorioso “Iquique”, haciéndoles emprender la fuga, lo que permitió a las unidades tarapaqueñas acometer de nuevo con poderosos bríos al enemigo. Es en estos momentos que se vio aparecer en el borde del norte de la pampa a la División Dávila proveniente de Pachica que atacó el flanco del enemigo sin disparar, para acometerlo enseguida  con repetidas descargas de fusilería, al mismo tiempo que el coronel Andrés A. Cáceres atacaba el centro, lo que desencadenó ataques coordinados sobre todo el frente peruano, lo que originó  el desbande general de los chilenos que huyeron despavoridos por la Pampa del Tamarugal en dirección Oeste, no deteniendo su fuga hasta reunirse con el grueso de su ejército en los alrededores de San Francisco.

Alcanzado el triunfo, las tropas peruanas descendieron al valle de Tarapacá al atardecer del 27, donde el comando peruano decidió retirarse sobre Arica, lo que fue comunicado a mi padre por Alfonso Ugarte y por el coronel Andrés A. Cáceres, lo que motivó que mi padre con su herida vendada sumariamente se dirigiera en el acto a Mamiña a disponer la marcha de la caravana sobre Tacna, pegándose ulteriormente a la retaguardia del “Batallón Iquique”.

Al pasar por Pachica tuvo conocimiento que las tropas peruanas de Tarapacá emprenderían la marcha a las 11 horas de esa misma noche, precipitación despavorida originada por el falso informe de un arriero que sin haber sido verificado, originó el abandono inhumano sobre el campo de batalla de todos los heridos incluso los peruanos que no podían caminar, y que no se enterrasen siquiera nuestros gloriosos muertos, así como el abandono casi sin ocultarla de la artillería enemiga que tanta sangre había costado capturarla a nuestros héroes.

En efecto, al amanecer del 28, la caravana de Mamiña emprendía la marcha, enviando adelante al capataz de los arrieros hasta con un día de anticipación y con dinero suficiente y 2 arrieros para comprar novillos, o carneros, o aves, y los víveres secos que pudieran obtenerse a no importa a qué precio, para suministrárselos también a la División Ríos.
Al llegar a Sipiza, la caravana se pegó a la cola del “Batallón Iquique” continuando con él hasta Camiña. Desde Sipiza mi madre con su servidumbre y ayudada por otras damas peruanas, tuvo que dedicarse a curar a Alfonso Ugarte y a mi padre así como a los heridos en la batalla y a los enfermos, hasta llegar a la Quebrada de Camarones. En el trayecto encontraron a numerosos soldados bolivianos especialmente en Jaiña, donde en su cobarde fuga se habían dedicado al robo, al saqueo y a violar a las mujeres, matando a todo campesino peruano que saliese en defensa de ellas. En Camiña felizmente mi padre no continuó con las tropas peruanas en su marcha sobre Moquella, camino en el que le dieron media vuelta y regresaron a Camiña por un informante falso también de otro arriero sobre la presencia de tropas chilenas en esa población.

Mientras tanto la caravana se dirigía sobre   que se halla sobre uno de los afluentes  que forman el río Camarones donde mi tío Marcos había hecho avanzar un pequeño convoy y ganado en pie, que mi padre compartió con la División Ríos y la de Cáceres y las otras hasta donde alcanzaron, reuniéndolos con otros que no pudieron adquirirse.
En Soya, población inmediatamente anterior a Camiña se habían agotado por completo todos los víveres de la caravana, los de los particulares incluso los de mi familia, quedando solamente una caja de leche condensada y algunas conservas que mi madre reservaba celosamente para los niños y algunos enfermos de cuidado del “Batallón Iquique”, habiéndose liquidado por completo hasta con las mulas de silla, y las de carga que se sacrificaron y comieron ya que no tenían nada que cargar, salvo algunos enseres de campamento y el transporte de la angarilla con mis hermanos mayores, menores de edad,  las de mi padre y las del capataz y de heridos de la División Ríos. Habiendo repartido en Sipiza algunas mulas entre las unidades con heridos tarapaqueños y enfermos de cuidado.
En una de esas etapas mi madre y mi padre, cojeando, tuvieron que marchar todo un día a pie, para ceder sus mulas a heridos del “Iquique”

Las tropas peruanas se alimentaban en general con el cuero del correaje que no era indispensable, el que hacían hervir con raíces, hojas y cortezas de árboles y arbustos, lo que produjo una epidemia de disentería.

Por todos los lugares poblados a lo largo de los senderos que seguían nuestras tropas, se encontraban huellas recientes de los incendios provocados por los soldados bolivianos, desbandados, así como de sus actos vandálicos, incluso huellas de actos de canibalismo con niños. En algunos lugares los peruanos tuvieron que hacer uso de sus armas para contener el vandalismo de esas bárbaras y cobardes tropas y defender a nuestros connacionales.

Las tropas de la 2da. División y de la División Ríos guardaban estricta disciplina lo mismo que las otras Divisiones, notando mi padre que en la División Ríos no se perdió fusil alguno y ni un solo cartucho, incluso los de los soldados que cayeron en la batalla de Tarapacá.
La sed era el tormento mayor y general, pues eran muy raros y lo son actualmente, los pequeños arroyos y fuentes entre quebrada y quebrada, viéndose obligada la tropa a beber sus propios orines para calmarla.

Por fin, la caravana de mi familia llegó a Pachía sobre la Quebrada de Camarones donde mi padre poseía un pequeño fundo donde invernaban anualmente las mulas de las “piaras” de sus salitreras y donde la familia pasaba a veces algunos veranos. En dicho fundo se encontraba esperando a la familia de mi tío Marcos, con todos los víveres necesarios, inclusive para las tropas de la División Ríos, que descansaron dos días en él, continuando su marcha sobre Colpa y Checa y Arica, donde el general Buendía y el coronel Suárez fueron destituidos vergonzosamente del mando de las tropas peruanas del Ejército del Sur, por el contralmirante Montero.

Después de una semana de descanso, mi padre con la familia continuó la marcha directa sobre Tacna, donde ya tenía preparado alojamiento y donde terminó su larga peregrinación, acompañando y ayudando a las gloriosas tropas que vencieron al eterno y rapaz enemigo nuestro.

Como en el Archivo Nacional del Ministerio de Guerra que se conserva en el cuartel Mariscal Cáceres de esta Capital, los mismo que entre los documentos del Archivo del Centro de Estudios Militares, parece que no solo han desaparecido los valiosos documentos oficiales referente a la creación del “Batallón Iquique” en ese puerto, cuyos gastos en equiparlo, pagarlo,  etc., fueron sufragados por un grupo de salitreros tarapaqueños entre los que encontraba mi padre, sino también han desaparecido hasta las Lista de Revista del mismo batallón, documentos de alto valor histórico, correspondientes a los meses de abril de 1879 de su creación, hasta el mes de junio de 1880 en que se sacrificó en el Morro de Arica, así como también se hubiese esperado, asimismo, que hubiese desaparecido el último sobreviviente de la batalla de Tarapacá para que hubiese podido certificar todo lo expuesto en esta solicitud, lo mismo que los contemporáneos de la misma generación que hubieran tenido conocimiento de los mismos hechos, por lo que ofrezco el testimonio personal y jurado de los siguientes respetables caballeros tarapaqueños que por su situación social y edad, escucharon de sus padres y parientes y de los mismos vencedores sobrevivientes, relatos que confirman todo lo expuesto. Dichos testigos son los siguientes:

Don Julio Zavala, tarapaqueño de nacimiento, de 72 años de edad, sobrino del héroe del Morro de Arica coronel D. Ramón Zavala y por ser hijo de su hermano D. Fernando Zavala, acaudalado salitrero que combatió también en la batalla de Tarapacá en la Columna “Tradicional de Lima No.3”, el cual al ser expulsado de Tarapacá se trasladó al Perú donde ingresó como contador del Banco Central de Reserva del Perú del que está jubilado en la actualidad. Reside en Magdalena del Mar en el número 283 del Jirón Bolognesi.

D Juan Baselli, tarapaqueño también de nacimiento, de 74 años de edad, que al ser expulsado de Iquique por los chilenos se trasladó a Lima, donde se radicó. Por sus patrióticas actividades en favor de sus comprovincianos tarapaqueños, tacneños y ariqueños, fue proclamado Presidente Vitalicio de la Sociedad “Tacna, Arica y Tarapacá”, y cuando se incorporó Tacna al territorio nacional, fue proclamado igualmente Presidente Vitalicio de la Sociedad Tarapacá.

En la actualidad, este patriota hijo de Tarapacá obsequia anualmente de su propio peculio a nombre del departamento de Tarapacá, una medalla de oro con su correspondiente diploma, al alumno más distinguido que egresa del colegio nacional “Alfonso Ugarte” de Lima.
Comerciante muy conocido en la plaza de Lima por su honorabilidad y competencia profesional. Su establecimiento comercial está ubicado en el Jr. Carabaya 388, de Lima.

El profesor D. Manuel Paniagua Caucoto, tarapaqueño de nacimiento, de 73 años de edad, que ejercía la dirección y profesorado de un colegio de alumnos hijos de peruanos de las poblaciones de Pica y Matilla cuando fue expulsado de Tarapacá por los chilenos.
Se radicó en el valle de Chancay del departamento de Lima al llegar al Perú, donde continuó ejerciendo particularmente su profesión magisterial. Reside en el Barranco, avenida Surco No.324.

Estos caballeros de distinguida condición social que fueron expulsados de Tarapacá por los chilenos por su propaganda patriótica a favor del Perú antes del plebiscito, certificarán bajo juramento todo lo expuesto en la presente solicitud, por haber escuchado estos hechos a sobrevivientes de la Batalla de Tarapacá. El año pasado en la urbanización “Tarapacá”, cerca del Callao, cedida por el Estado a los expulsados de Chile, murieron los dos últimos sobrevivientes tarapaqueños de la Batalla de Tarapacá que pertenecieron al glorioso “Batallón Iquique No.1”, escuchando también de sus padres y parientes ancianos, así como de otros ancianos de la época…”

Hasta aquí la detallada transcripción de Andrés Avelino Granadino, donde solicitaba a la Comisión: 1º. Reconocer a su padre Estanislao B. Granadino como vencedor de Tarapacá y sea autorizado a grabar en el mausoleo familiar “Vencedor de la Batalla de Tarapacá”, para que toda su familia y descendientes conozcan y sientan orgullosos de las acciones de su pariente, para admiración de las futuras generaciones, 2º. Se le conceda una medalla de oro y un diploma o que se le autorice hacer una medalla a costo del solicitante y repartir copias fotostáticas del diploma a los pocos miembros de su familia, 3º. Se reconozca que su padre contribuyó con grandes sumas de dinero a la creación y sostenimiento del Batallón Iquique No.1, 4º. Reconocer todas las medidas adoptadas por su padre en la devolución de la energía física y moral de la División Ríos, clave para ganar la batalla, y 5º. Se reconozca que Estanislao Granadino contribuyó a que la mencionada división se retirase sobre Arica “sin que se perdiese un solo fusil y cartucho”.

No está demás señalar que el pedido fue aprobado por todos los miembros de la comisión, resaltando entre sus argumentos:

 “Que el relato minucioso que de la parte más importante de nuestra desgraciada Guerra con Chile hace el peticionario, contiene muy interesantes datos y hechos que es necesario su divulgación porque, si es verdad que la mayoría de estos son conocidos por los señores miembros de la Comisión Calificadora, sin los cuales no cumplirían con acierto su misión, también es verdad que la mayoría de la ciudadanía no los conoce en sus detalles y esto es necesario que tenga divulgación como ejemplo y para experiencia”.

Terminamos así la segunda parte sobre Alfonso Ugarte descubriendo a su vez a otro peruano realizando hazañas del mismo valor: Historia que no merece quedar en el olvido refundido entre papeles de un anaquel.


Fuente: Archivo Central del Cuartel General del Ejército. Letra “G”. Archivo digital Juan Carlos Flórez Granda.