Por: Juan Carlos Flórez Granda.
No hay momento en nuestra vida que no hayamos
encontrado algo que nos ha llamado la atención: algún objeto, una carta, un
cuadro, etc. Y es que cada objeto, encontrémoslo o no, nos cuenta algo de
historia y ese algo es lo que motiva a muchos, entre ellos yo, a investigar.
Muchas veces ignoramos la gran riqueza de
vestigios y antiguedades que tenemos alrededor nuestro. Puede ser en un desván
de la casa, en un terreno o en cualquier lugar del Perú que no sea considerado
oficialmente dentro del patrimonio nacional.
Hoy podemos ver con mucha regularidad la
demolición de casas para construir edificios pero pocos se preguntan qué puede
haber debajo del suelo. Sin duda con un detector de metales nos encontraremos
con varias sorpresas. Al igual que no muchos prueban sus detectores en las
playas para encontrar objetos que la arena haya escondido, existen personas
dedicadas a buscar esos objetos a fin de reconstruir hechos ocurridos durante
el siglo XIX, por citar una fecha específica, registrando, con todos los
avances que la tecnología actual nos permite, y aportando un granito de arena
al conocimiento histórico en lugares que poco a poco se van urbanizando por
desconocimiento o falta de interés por seguir conservándolos.
En el Perú este tema no es ajeno y vemos, por
ejemplo, como huacas enteras van desapareciendo para construir encima modernos
complejos habitacionales o quizás una avenida olvidándonos de rescatar esa
parte de nuestro pasado. Y es que el país es tan rico que nos es común convivir
con ello e irónicamente perdemos interés. Es común ver en muchas casas algún
huaco que adorna un rincón, comedor o biblioteca sin saber de qué cultura es o
qué utilidad tiene.
En mi caso particular me interesa el
conocimiento del pasado tanto en documentos como en el campo. Poder comprobar in
situ lo que un documento dice y este punto es tan apasionante que hasta un
insignificante botón nos puede contar mucho.
Por citar un ejemplo, en una de mis
investigaciones de campo en el año 2007, mientras recorría un antiguo
campamento chileno en el sur de Lima, encontré entre tenedores, balas, monedas,
botones, todas estas fechadas hacia el año 1880, un botón de peltre oxidado que
se diferenciaba de los otros encontrados pertenecientes al ejército chileno.
Este botón era de color plomo y acuñada rústicamente. Por el reverso y en el
medio del ojal se podía ver claramente una línea de costura algo artesanal.
Lo más curioso fue que en la cara principal del
botón se podía leer la inscripción “Imperial Alexandro” en un tipo de letra
poco común para los datados en esa época. Es más, todo parecía indicar alguna
fecha anterior. Antes de recogerlo procedí a registrar en GPS el lugar donde
estaba enterrado y posteriormente iniciar el proceso de restauración con
elementos químicos especiales para este tipo de trabajo.
¿Pero qué nos puede decir un simple botón y qué
puede aportar al conocimiento más que el puro capricho de coleccionarlo? Este
botón nos puede contar su pasado, quien lo usó, con qué motivo y el por qué fue
a terminar precisamente en un campamento del año 1880.
Para cualquiera que le interesa ahondar más en
el tema y perder valioso tiempo, como el que escribe, buscando el origen de
todo, es un tema más que apasionante y
la ansiedad por poder encontrar las respuestas resulta a veces estresante pero
a la vez muy gratificante.
El segundo paso a seguir fue introducirme en
los archivos y bibliotecas. Para los que no tienen mucho acceso a estos existen
hoy día infinidad de recursos en internet como libros digitales y foros
especializados en coleccionismo donde uno puede consultar, resultando este
pasatiempo algo muy entretenido y divertido a la vez que uno va aprendiendo de
nuestro pasado.
Después de algunas consultas del caso me sugirieron
leer las memorias del general Andrés García Camba, militar español que tomó
parte en las últimas campañas libradas en el Perú por los españoles, ya que probablemente la pieza
encontrada databa de principios del siglo XIX durante la época de la
Independencia.
Efectivamente pude encontrar en varios libros a
quien pertenecía el botón: al Regimiento Imperial Alejandro. Consultando foros
especializados me confirmaron que el Imperial Alejandro tiene su origen en el
cambio de nombre que en el año 1818 sufrió el 2do. Batallón del Extremadura.
Este había formado parte de la División de Canterac en 1821, participando en
varias acciones en Lima y Callao.
Teniendo este dato me faltaba el
por qué fue a parar cerca de una playa del Sur de Lima junto a otras piezas de
posterior fecha. Y esa respuesta la encontré en las memorias de García Camba.
El 25 de agosto de 1821 sale
una columna dirigida por Canterac con la finalidad de abastecer de víveres al
Callao y para ello parten de Jauja 2500 infantes, 900 caballos y 9 piezas de
artillería de a 4.
“…Desde los cantones del valle
de Jauja á Santiago de Tuna, atravesando los Andes de oriente a occidente, nada
de particular ocurrió porque apenas hubo ocasión de disparar un fusil. Cerca de
Santiago de Tuna cayó en poder de una partida enemiga el teniente coronel don
José García Soéoli, agregado al E.M., y fue muy fatal este incidente porque
pudo San Martín enterarse de la fuerza realista, y acaso por ese dato resolverse
a no abandonar Lima. En el pueblo de Tuna dividió Canterac la fuerza en dos
columnas, que habían de tomar distintas direcciones para volver a juntarse en
la hacienda de Cieneguilla: La infantería con el mismo comandante en jefe
siguió un rumbo medio entre la quebrada de San Mateo, que desemboca 6 leguas de
Lima, y la del Espíritu Santo que está más al sur, siendo precisamente su objeto
poner en duda al enemigo sobre el verdadero punto de descenso a la costa; y la
caballería con el 2do. Batallón del primer regimiento que mandaba D. Francisco
Narváez, la artillería, el ganado y los bagajes bajaron directamente a la
Cieneguilla…”
Seguidamente parte del
batallón dirigido por Canterac, entre ellos el Imperial Alejandro se pierde en
el camino:
“…El brigadier Canterac con la
infantería, después de haber significado durante el día decidida tendencia a
desembocar por la quebrada del Espíritu Santo, que conduce a la Cieneguilla, y
sin guía y a rumbo se determinó a descender en la persuasión de no hallar una
extraordinaria dificultad; pero acaso militar alguno sufrió engaño mayor. Sin
camino de ninguna especie, sin agua en un terreno arenoso y ardiente, acosados
los hombres y las bestias de una sed devoradora, después de una marcha de 10
leguas a 12 de la equinoccial, los jefes, los oficiales y la tropa se arrojaron
a bajar por donde ningún ser humano habría andado jamás. Allí se perdieron
mulas y caballos con la mayor parte de las maletas de gurupa, allí hubo
piernas, brazos, cabezas y cuerpos estropeados, porque los hombres y las
bestias rodaban a la par de precipicio en precipicio; allí hubieron muchos que
recurrieron a sus propias orinas para mitigar su mortal sed, y con igual fin
mascaban otros las áridas cortezas de algún arbusto que por fortuna
encontraban; allí varios bravos
desesperanzados se tendían en el suelo como resignados con su fin, mientras
otros se esforzaban por continuar el descenso con la lisonjera idea de hallar agua
en el fondo de la quebrada…”
Al final llegaron a encontrar agua
en el margen del rio Lurín, muy cerca del lugar donde se encontró el botón.
Como se puede apreciar, un
pequeño botón nos ha dicho mucho de su origen y destino. Con un poco de
esfuerzo se aprende algo más de nuestra historia, nos obliga a investigar,
leer, consultar y apreciar ese pequeño
objeto.
Coleccionar es un pasatiempo
muy gratificante por la cantidad de
información que podemos obtener y en el Perú tenemos muchos recursos para
hacerlo. La arqueología urbana es una parte desconocida en nuestro medio. Ignoramos
que, quizás al lado donde vivimos existe un terreno, una futura construcción y
entre la tierra disturbada podemos encontrar mucha historia. El Perú está
repleto de vestigios que ignoramos y esa riqueza muchas veces va a parar a la
Costa Verde como relleno para ganarle al mar.
Poco a poco podemos formar
nuestra colección y contribuir en el futuro a realizar exposiciones y para
ello, y no tener problemas, debemos ceñirnos dentro del marco de la Ley de
Patrimonio. Eso supone un pequeño esfuerzo pecuniario equivalente a un cine menos
al mes o cualquier pequeño gusto que nos pudiéramos dar pero la ventaja es que
esa colección va a estar en buen recaudo y pasará a formar desde ya, parte del
patrimonio nacional.
El mencionado botón Imperial Alejandro está debidamente inscrito en el INC como Registro Nacional No. 0000089613
Que interesantes todos tus articulos , a mi me gusta mucho la historia y sobre todo la guerra del salitre, me gustaria saber donde puedo encontrar informancion sobre el Comanandte MORE, comandante de la fragata Independencia.
ResponderEliminarUn sencillo botón del regimiento Imperial Alejandro, el viejo Extremadura expedicionario cuyos soldados tras luchar en España contra Napoleón fueron enviados al Perú para sostener una guerra de más de 10 años desde el noroeste argentino hasta las mismas goteras de Lima, de donde no es necesario decirlo probablemente no regresó uno solo a España, el bien conocido Baldomero Espartero llegó al Perú con el Extremadura, un botón muy sencillo comparado con el usado por el gemelo de este regimiento en España donde tenía un águila bicefala simbolo del Zar que le dio nombre. Hay tanto valor en tan pequeño pedazo de peltre. Estoy seguro que Juan Carlos lo guardara con el mismo cariño que lo hace con todas sus reliquias.
ResponderEliminarIncreíble anécdota, y felicitaciones por registrarlo con el INC.
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